LA ENSALADITA
Agapito Gómez Villa
Sé que a Sánchez le encantaría que yo, como todos, también hablase del pollo que pretende montar, pero se va a quedar con las ganas. Así que, hasta luego Lucas. Entre Borges y Sánchez, es que no hay color.
Borges, el sabio escritor argentino, “creo que me moriré en español”, he ahí la más impresionante/apasionante declaración sobre nuestra lengua (lo digo mayormente por los papanatas que se sienten acomplejados ante otros idiomas), Borges, el niño que se crio en español y en inglés, y que luego conociera, asimismo, a la perfección otras lenguas, modernas y antiguas; quería decirles que el genial argentino dijo una vez: “Llenar un periódico todos los días, no debe de ser nada fácil”.
Ardua tarea ha de ser, afirmo. Hoy, Borges habría dicho lo mismo de los telediarios. En efecto, pero éstos lo tienen más sencillo: agarran por el rabo una noticia, una ola de calor, por ejemplo, la estiran como un chicle, y ya tienen el día hecho, y por si faltase algo para el apocalipsis, lo rematan con la información meteorológica. Cuando de la ola se trata, se les nota como una alegría especial a la hora de anunciar que los termómetros pasarán de los 40, y no digamos si aparece el 45, en cuyo caso, el contento se transforma en ‘exultancia’: vamos, como si se les hubiese concedido el privilegio de pregonar la segunda venida de Jesucristo, amén. ¿Que estoy exagerando? De eso ni parler. Miren, si no, lo que ha llegado a decir un hombre del tiempo, Carlos Almansa, de Canal Sur: “Efectivamente, un episodio de calor más. Ya veremos si será el último o habrá otros. Estén seguros de que más tarde o más temprano nos acabaremos extinguiendo, pero de momento eso no va a suceder”. ¿Exageración lo mío?
Contentos se ponen, ya digo, los de la tele, ante la inminencia de los sofocos del purgatorio (el purgatorio es una ola de calor); pero la felicidad no es completa hasta que no tienen que comentar alguna muerte, a consecuencia de las altas temperaturas, claro. Pero ¿cómo se va a morir el personal por la caló si ellos mismos nos marean con consejos para combatirla? Es verdad: son unos palizas hablando de los rigores estivales (el día que a alguno le dé por leer “El retrato del artista adolescente”, en el que Joyce explica de modo pormenorizado las locuras termométricas del infierno, nos vamos a enterar de lo que vale un peine), les iba diciendo que son unos palizas y tal, pero, también, gracias a ellos, todo hay que decirlo, nos vamos salvando de la quema: beban mucha agua, vayan por la sombra, pongan un ventilador, etc. Lo de siempre, o sea. ¿Lo de siempre? Cual no sería mi sorpresa cuando el otro día van y de sopetón anuncian un nuevo consejo que promete ser la revolución. Fue en mitad de un tórrido telediario, palabras de un avezado transeúnte: ¡una ensaladita! Como se lo cuento. Desde entonces, yo al menos me encuentro en la gloria.
Me lo dijo mi dilecto amigo, Manuel Encinas, más de cuatro décadas ya: “Abre la consulta”. Y como el consejo venía de una persona que tenía muchos dedos mentales de frente, abrí la consulta. Total, que toda la vida he trabajado para la seguridad social y para MUFACE, el funcionariado, mayormente de la docencia. Incluso me dio tiempo de ser médico de la institución penitenciaria, diez años. O sea, que conozco el paño como el primero. Por eso, cuando el otro día leí que la ministra de sanidad mostraba su decepción por la continuidad de MUFACE, me dije para mí: “Esta mujer no sabe lo que dice”. Nadie discute que el sistema nacional de salud, la seguridad social de toda la vida, es de lo mejorcito que hay por esos mundos de Dios: gracias al sistema MIR, claro, que no es otro el secreto. Pero no es menos cierto que, teniendo como tiene el funcionariado la posibilidad de elegir entre el sistema nacional y el de MUFACE, al iniciar su andadura profesional, y una vez al año para cambiars...