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LOS GENITALES DE RUBIALES

Como dijera en su día Alfredo Brice Echenique, genial personaje, antes de empezar a hablar, quisiera decirles unas palabras: Cada vez que he visitado el Parador de Gredos, he hecho la vista gorda ante la iconografía ‘vestibular’ de Alfonso XIII, bajo cuyos auspicios fue construido tan ‘soberano’/soberbio enclave, tal es el malestar que me ha producido siempre aquel rey caprichoso y malcriado. Menos mal que el malestar me desaparecía en cuanto que, a escasos metros del vestíbulo, leía: “Salón de los ponentes”. En efecto, siempre me produjo una enorme satisfacción encontrarme en el lugar donde fuera creada la Constitución, el texto que consagraba la forma de convivencia de una de las naciones más prodigiosas, si no la que más, del universo mundo (más de un artículo para este periódico he escrito en dicho salón, por si se me pegaba algo). Pero hete aquí que el otro día no anduve ni entrando, o sea, que pasé de largo. ¿Que por qué? Es que, dada la situación postelectoral a la que hemos llegado, ya no puedo tragar que la llamada Carta Magna siga recogiendo una Ley que permita que cuatro votos nacionalistas supongan cuatro diputados, como el que dice, y que, por contra, para conseguir esos cuatro diputados a nivel nacional, se necesite un millón de papeletas. Inconcebible. Y por otra parte, me es de todo punto imposible aceptar que no sean declarados ilegales los partidos cuya única mira sea cargarse la “indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles”. Independentistas los ha habido de toda la vida, pero amparados por la ley, eso es un sindiós. No creo que haya ningún otro país en el mundo que consienta semejante dislate. Harina de otro costal es que, por la llamada aritmética parlamentaria, todos los partidos gobernantes hayan tenido, tarde o temprano, que apoyarse en los nacionalistas y que éstos hayan aprovechado la tesitura para retorcerle el pescuezo al Estado, en todos los aspectos, mayormente el económico. Pero hacer eso mismo con los partidos que ponen sobre el tapete la independencia, es algo que no tiene nombre, digan lo que digan los leguleyos. Dicho de otra manera: eso es mear fuera del tiesto. ¿Ustedes se imaginan a un partido alemán negociando con otro que exija a cambio de su apoyo un referéndum para la independencia de Baviera, un suponer? Vamos anda. Ni locos. Pues eso. Y ahora vamos con el artículo propiamente: el ‘dimitido’ Rubiales. ¡Santo Dios, me acabo de quedar sin espacio! Bueno, lo arreglaré en cuatro palabras. Primero: lo del beso. Lo del beso tiene una explicación muy sencilla (léase cantando): Rubiales cuando besa, es que besa de verdad, porque nunca le interesa besar por frivolidad. Segundo: lo de los genitales. Loco de la poesía que es, se tocó los genitales porque rima con Rubiales. De haberse apellidado Ortiz, se abría tocado la nariz, seguro estoy. (La culpa es de Brice Echenique: me refiero a lo del espacio).

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