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SE ACABÓ RUBIALES

Son tantos los temas a glosar, que, ante tal ingencia, a punto he estado de quedarme petrificado. En principio, había decidido escribir sobre la pareja de moda, Jordi Évole-Josu Ternera, sí: de la entrevista que el ‘garrovillano’ (su padre es de Garrovillas) le ha hecho al vasco; controvertido y polémico documento que, al final, va a ser emitido en el festival de cine de San Sebastián. Digo al final, porque ha habido sus más y sus menos al respecto: todos los días no se ´blanquea’ a un terrorista que, de una u otra manera, está relacionado con más de cuatrocientos asesinatos, o sea, un criminal histórico (a los periodistas jóvenes, les gusta más lo de ‘histórico’ que a un tonto una tiza). De eso tenía pensado escribir, ya digo. Y ya puestos, hacer una reflexión en alto: cómo es posible que tan sanguinarios asesinos, que han segado la vida a cientos de inocentes (con uno sería suficiente), gocen de tantísimo predicamento entre los suyos, hasta el punto de ponerlos en las listas electorales. ¿Enfermedad social parecida a la de los alemanes con los judíos? Por ahí debe de andar la cosa. De eso, ya digo, tenía pensado escribir. Pero lo deseché de inmediato porque ustedes no se merecen que yo les amargue la mañana con un tema tan amargo. Ah, por cierto, al tal Évole no parece que le guste que se le relacione con Extremadura: preguntado que fuera por Carlos Herrera acerca de sus ancestros, dijo que él era de procedencia andaluza, de madre granadina. Preterido lo anterior, tentado estuve de hablar de Puigdemont, es decir, de cómo un prófugo de la Justicia puede decidir el devenir de un país democrático, tan democrático como el que más. ¿Ustedes se imaginan al Tribunal Constitucional francés declarando legal a Herri Batasuna? Vamos anda. Pero de nuevo me acordé del gran genio, quién va a ser, Cela, “cuando en un sitio huele mucho a algo, el secreto no es oler más, sino oler a otra cosa”, así que, ante el apestoso olor del personaje (a pesar de los perfumes de la Yoli), decidí poner pies en polvorosa. Podría usted haber escrito sobre el terremoto de Marruecos. O sobre la gran catástrofe de Libia. Tiene usted razón. Pero qué se puede decir de una catástrofe natural, sino contar los muertos. Bueno, sobre Marruecos me gustaría añadir que con una décima parte de la fortuna del Sultán Mohamed VI (la palabra rey le queda grande), habría para arreglar todos los destrozos que ha provocado el temblor de la tierra (ni un euro pienso dar). Qué me queda entonces. Me queda el ‘piquito’ de Rubiales y los miles de periodistas de todo el orbe, pendientes, a la hora que escribo, de su declaración ante la ¡Audiencia Nacional!. Ni que hubiese matado a un perro. Pero mira tú por dónde, el pobre Rubiales, el de los genitales, acaba de ser ‘opacado’ por unos muchachos relacionados con el Real Madrid que han subido a la red un vídeo de una menor. Se acabó Rubiales. Lo siento Luis.

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