El pasaje que sigue figura en un vetusto manuscrito encontrado por mí en un Mar Muerto cualquiera: “Dijo Yavhé en el Sinaí: ¡Ay de aquel que cobrare por su trabajo más que los médicos. Más le valiera no haber nacido”. Sí, ya sé que cuando se escribió mi ‘Antiguo Testamento’ no había euros. De acuerdo. Pero tampoco se había inventado el metro (París, 1792) cuando se escribieron los Evangelios, y sin embargo el otro día el señor cura leyó lo que sigue: “cuando la barca de los apóstoles se encontraba a cien metros de la orilla…”. Así que váyase lo uno por otro.
A cuento de qué viene todo este preámbulo. Ahora mismo se lo cuento.
Tengo escrito en estas páginas (Umbral dixit) que el día que yo sea presidente del Gobierno, sin Ábalos ni Koldos, pondré en marcha una revolución que ríanse ustedes de la francesa, la rusa, la china, la cubana, etc., todas de sangre y muerte; una revolución que cambiará la faz de España, lo que quede de España, en tan sólo una generación. Hela aquí, resumida: “Los enseñantes de todos los niveles serán los ciudadanos mejor retribuidos de la sociedad. Por encima de ellos (no más de cincuenta euros al mes) y por razones que todo el mundo entiende, sólo podrán estar los médicos”. Firmado: Agapito Gómez Villa, Presidente del Gobierno de España, sin Ábalos ni Koldos.
En fin, que si a mi presidencia le unimos lo del manuscrito -más le valiera no haber nacido y todo eso-, ya puede salir corriendo doña Beatriz Corredor. ¿Que quién es dicha señora? La presidente de la electricidad española, la responsable máxima del magno apagón, la cual ha contravenido de modo gravísimo (no por el apagón) la admonición divina de mis escrituras apócrifas: ¡el año pasado cobró 546.000 euros!
Alguien dirá que la doña trabaja en una empresa privada, Redeia o algo así se llama: todo lo privada que quieran, pero quien manda en la misma es el Gobierno. Doña Beatriz fue nombrada por Pedro Ábalos, antes Pedro Sánchez, por lo que se ha violado gravemente el mandato bíblico: nadie cobrará más que un médico y que un enseñante. ¿Hay, acaso, alguna labor más trascendental que la de dichos profesionales? Vamos anda.
Nadie duda de los grandes conocimientos que doña Beatriz atesora sobre las celéricas corrientes de electrones: no en vano es registradora de la propiedad, tras dura oposición en la que más de la mitad del temario versa sobre la electricidad (además, nuestra dama tiene hecha una brillante tesis sobre los calambres que dan los cables pelados), pero lo de los 546.000 no tiene perdón de Dios. Lo dice Cela en la prodigiosa “Mazurca”: “Dios los tiene que castigar porque así no pueden quedar las cosas”. A doña Beatriz y a los que le pagan esa locura.
(En verdad, en verdad les digo que no puedo explicarme el silencio de las “guardianas de la moral” ante tamaña exageración salarial. Me refiero a Yoli, Irene, Mónica, Ione y demás compañeras mártires. No se habrán enterado.)
Me lo dijo mi dilecto amigo, Manuel Encinas, más de cuatro décadas ya: “Abre la consulta”. Y como el consejo venía de una persona que tenía muchos dedos mentales de frente, abrí la consulta. Total, que toda la vida he trabajado para la seguridad social y para MUFACE, el funcionariado, mayormente de la docencia. Incluso me dio tiempo de ser médico de la institución penitenciaria, diez años. O sea, que conozco el paño como el primero. Por eso, cuando el otro día leí que la ministra de sanidad mostraba su decepción por la continuidad de MUFACE, me dije para mí: “Esta mujer no sabe lo que dice”. Nadie discute que el sistema nacional de salud, la seguridad social de toda la vida, es de lo mejorcito que hay por esos mundos de Dios: gracias al sistema MIR, claro, que no es otro el secreto. Pero no es menos cierto que, teniendo como tiene el funcionariado la posibilidad de elegir entre el sistema nacional y el de MUFACE, al iniciar su andadura profesional, y una vez al año para cambiars...