Son tantas las aportaciones que he hecho desde estas páginas a la vida política y no política de España en general (como esos furgones donde reza “pintura en general”) y de Extremadura en particular, que ya he perdido la cuenta. Pues bien, dado el grado de degradación, me gusta la aliteración, que estamos viviendo, que raro es el día que no estalla algún escándalo en los aledaños de gobierno, cuando no en los interiores del mismo (los audios y whatshapp no tienen vuelta de hoja, con UCO o sin ella), ha llegado el momento de decirles que, una vez más, he dado con la solución a tanto desmán: el VAR político.
Ni que decir tiene que la situación de degeneración, degradación, descomposición, putrefacción, pudrición, crispación, provocada por el ‘españolón politikon’ (zoon politikon, Aristóteles) no es nueva, que viene de la noche de los tiempos. En efecto: raro es el gobernante que, en estando más de una semana en el sillón, no se ha llevado por delante la ‘Contitusión’, que dice Alfonso Guerra. La cosa no es privativa de España, claro. A Nixon lo echaron los jueces; Bettino Craxi murió en el exilio (malas lenguas dicen que eso le espera a Pedro); Mitterrand y Chirac habrían acabado en el maco si no se hubieran muerto a tiempo; Felipe González se salvó por los pelos (de Barrionuevo); en Perú, todos los presidentes acaban en la cárcel; al loco de Trump, de no haber sido por las urnas, se le hubiese blanqueado la piel en la celda (del amigo de Revilla, ni hablemos). Y así podríamos seguir ad infinitum, pues que la marrullería es a los políticos, lo que la valentía a los toreros. Que ya lo dice el refrán: “No hay torero sin valentía, ni político sin marrullería”. Volvamos p’atrás.
Más de uno ya estará pensando que lo mío es una quimera, un imposible, que serían necesarios miles de VARES y miles de ‘árbitros’ vigilantes. Alma de cántaro: ¿para qué están los avances tecnológicos? Lo que les estoy proponiendo, habría sido impensable hace media docena de años, pero hoy día está chupao. ¿Cómo? Gracias al más asombroso invento jamás imaginado, la Inteligencia Artificial (auguran los sabios que somos la última generación del homo sapiens).
Ahí voy. Cada vez que se reúnan dos o más políticos, se activará de modo inmediato la grabación de las conversaciones, que a su vez serán analizadas al instante por el omnipresente VAR (con todos los respetos, algo parecido a lo que recoge el Evangelio según San Mateo: "Donde dos o más estén reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos"). Bastaría para lo cual que cada individuo llevase un dispositivo en contacto permanente con la IA-VAR. Mas comoquiera que estamos hablando de personajes proclives por naturaleza a las trapacerías, mientras se implementa algo más sofisticado, se podría empezar colocándole a cada uno un chip diminuto bajo la piel. Así no se escaparía ni Dios, con perdón.
No me digan que no es una brillante solución. De nada.
Me lo dijo mi dilecto amigo, Manuel Encinas, más de cuatro décadas ya: “Abre la consulta”. Y como el consejo venía de una persona que tenía muchos dedos mentales de frente, abrí la consulta. Total, que toda la vida he trabajado para la seguridad social y para MUFACE, el funcionariado, mayormente de la docencia. Incluso me dio tiempo de ser médico de la institución penitenciaria, diez años. O sea, que conozco el paño como el primero. Por eso, cuando el otro día leí que la ministra de sanidad mostraba su decepción por la continuidad de MUFACE, me dije para mí: “Esta mujer no sabe lo que dice”. Nadie discute que el sistema nacional de salud, la seguridad social de toda la vida, es de lo mejorcito que hay por esos mundos de Dios: gracias al sistema MIR, claro, que no es otro el secreto. Pero no es menos cierto que, teniendo como tiene el funcionariado la posibilidad de elegir entre el sistema nacional y el de MUFACE, al iniciar su andadura profesional, y una vez al año para cambiars...