Ir al contenido principal

YO TAMBIÉN TRABAJÉ EN UN COMERCIO

YO TAMBIÉN TRABAJÉ EN UN COMERCIO Agapito Gómez Villa A punto de cumplir el siglo de vida, acaba de morir Santiago Grisolía, uno de los científicos más relevantes que ha dado España. Discípulo de Severo Ochoa que fuese, el profesor Grisolía también realizó toda su labor investigadora en los EEUU, ay. Ahí te quería yo ver. Aquella vez que estuve en Cambridge, sentí una grandísima envidia cuando, en el transcurso de una conferencia, me vi acorralado por las miradas de decenas de premios Nobel de disciplinas científicas, cuyas fotos parecían decirme: “Pa que se lo digas a la gente de tu país”. Y se lo dije, nada más llegar. En estas páginas escribí un artículo cuya tesis era mi dolida lamentación por la ceguera secular de los gobernantes españoles, a este respecto. Decíales que, del mismo modo que los británicos crearon dos de las más gloriosas universidades de la historia, Oxford y la mentada Cambridge, España bien pudo haber hecho algo parecido, pues que contaba para ello con el sustrato adecuado: Salamanca y Alcalá. Salamanca para las humanidades, por supuesto; Alcalá, un suponer, para las ciencias. Prometíales, asimismo, en aquel escrito, que el día que yo fuese nombrado ministro de la cosa (ya están tardando), la primera medida iría encaminada a corregir tan grande error histórico. Lo de Salamanca está casi hecho: sólo precisaría una pequeña vuelta de tuerca. Vayamos, pues, directamente a lo de Alcalá. No hay departamento científico por esos mundos de Dios que no tenga en su seno un brillante investigador español. Díganme uno. ¿Se imaginan lo que sería reunirlos a todos en un mismo lugar, trabajando codo con codo? Lo de “codo con codo” es lo de Ochoa, pero en román paladino: “Para hacer investigación, se necesita una mínima densidad crítica”. O sea, un cierto número de investigadores por metro cuadrado. Lo cual me trae de inmediato a la cabeza lo de Watson y Crick, nada más pedir una pinta de cerveza en el bar ‘The Eagle’, poblado de jóvenes científicos, como ellos: “Acabamos de descubrir el secreto de la vida”. Acababan de descubrir el ADN, casi nada. ¿Y qué me dice usted de Cajal? Cajal es para echarle de comer aparte, como a todos los grandes genios que en la historia han sido: Arquímedes, Galileo, Newton, Darwin, Einstein y por ahí seguido. Sí, ya sé que no es ningún desdoro tener que acudir a centros de investigación extranjeros (internacionales dicen los analfabetos de la tele). Del mismo modo que la Scala de Milán es única en el mundo, no es posible un centro de vanguardia en cada aldea, ni un Bernabéu en cada pueblo, etc. De acuerdo. Pero es que lo otro, una Oxford y una Cambridge españolas habría sido algo perfectamente realizable. ¿Que no? Santo cielo, con lo que eso hubiese supuesto para el desarrollo cultural, social, económico de España. Ya están tardando en nombrarme ministro de investigación, que no solo doña Irene trabajó en un súper: ¡yo trabajé, todo un verano, en un comercio de mi pueblo!

Comentarios

Entradas populares de este blog

MUFACE Y LA MINISTRA IGNORANTE

Me lo dijo mi dilecto amigo, Manuel Encinas, más de cuatro décadas ya: “Abre la consulta”. Y como el consejo venía de una persona que tenía muchos dedos mentales de frente, abrí la consulta. Total, que toda la vida he trabajado para la seguridad social y para MUFACE, el funcionariado, mayormente de la docencia. Incluso me dio tiempo de ser médico de la institución penitenciaria, diez años. O sea, que conozco el paño como el primero. Por eso, cuando el otro día leí que la ministra de sanidad mostraba su decepción por la continuidad de MUFACE, me dije para mí: “Esta mujer no sabe lo que dice”. Nadie discute que el sistema nacional de salud, la seguridad social de toda la vida, es de lo mejorcito que hay por esos mundos de Dios: gracias al sistema MIR, claro, que no es otro el secreto. Pero no es menos cierto que, teniendo como tiene el funcionariado la posibilidad de elegir entre el sistema nacional y el de MUFACE, al iniciar su andadura profesional, y una vez al año para cambiars...

EL SEXO CUÁNTICO

Eso es precisamente lo que están investigando y difundiendo las muchachas de Igualdad, el ministerio de doña Irene Trans, perdón, Montero, las jóvenes científicas que trabajan en el LISMI (Laboratorio de Investigaciones Sexológicas del Ministerio de Igualdad), al frente del cual se encuentra una señora que se hace llamar Pam. El sexo cuántico, o sea (no confundir con el sexo tántrico, el de Sánchez Dragó). Que qué rayos es el sexo cuántico. Muy sencillo: el sexo llevado a sus últimas minuciosidades, un suponer, el sexo durante los días ‘enrojecidos’, así como la exploración de otros ‘agujeros negros’ de la galaxia femenina, etc. Que por qué el nombre de cuántico. Porque es lo más parecido a la llamada mecánica cuántica. O sea, el sexo de lo minutísimo. Me explico. Así como existe una parte de la física que se ocupa del macrocosmos, al que dedicó sus poderosas neuronas “el más grande”, Albert Einstein (“la más grande” es Rocío Jurado), con su asombrosa teoría de la relatividad, e...

EL PINGANILLO Y EL FILÓSOFO PANDÉMICO

EL PINGANILLO Y EL FILÓSOFO PANDÉMICO Agapito Gómez Villa Sucedió hace tres quinquenios en la llamada Cámara Alta, ese ente inservible que nos cuesta 5.000 millones al año (ni con mayoría absoluta de la oposición sirve para mojarle la oreja a Sánchez), cuando José Montilla, andaluz de Iznájar, Cordoba, presidente a la sazón de la Generalidad de Cataluña, perdón, Catalunya, se dirigió a la concurrencia en un ‘perfecto’ catalán (malas lenguas dicen que cuando tiene que escribir algo en público, le pasan antes una chuleta). Entre los senadores, Manuel Chaves, andaluz de Sevilla nacido en Ceuta, escuchaba atento, pinganillo mediante, a su paisano José. Aquel día me dije: están locos. Amable lector: “Demuéstrame que no tengo razón”, que decía el joven americano recién asesinado. Que un sevillano se viera obligado a usar un auricular para entender a un cordobés (16 años tenía cuando su familia emigró a Cataluña), es muy fuerte. Ni que decir tiene que ...