Si no lo veo, no lo creo. Cuando el otro día
vi a España en el centro del gran debate francés, nada menos que la presidencia
de la República en juego, ambos contendientes, Sarkozy y el otro escupiéndose a
la cara el nombre de Zapatero, me di cuenta de la formidable importancia que
este hombre ha tenido en la historia de nuestro país. Nadie hasta ahora había
conseguido algo semejante: ni Suárez, ni Felipe ni Aznar, ni el Rey tan
siquiera, con sus caderas de cristal y sus elefantes moribundos y sus amistades
de uno u otro sexo. Nadie. “Queremos devolver a España al corazón de Europa”,
dijo nada más llegar a lomos de los trenes despanzurrados y ensangrentados de aquel
11-M fatídico, ay. Hela ahí, España, la de Zapatero, claro, ocupando uno de los
ventrículos europeos, o sea Francia, que el otro ventrículo es Alemania. “Que
hablen de uno, aunque sea bien”, dijo Valle-Inclán, el propietario de la mejor
prosa escrita en castellano (“hasta que llegó Umbral”, según Lázaro Carreter, y
este particular que les habla, con perdón). Vive Dios que lo ha conseguido: que
hablen de él, y de qué manera.
Es que, amigo mío, para un español, triunfar
en Francia no es que sea difícil, es que es imposible. Pero yo no estoy
diciendo que ZP haya triunfado, qué más quisiéramos: lo que vengo diciéndoles
es que ha conseguido que hablen de él. Los franceses jamás nos perdonarán que
un hatajo de guerrilleros zarrapastrosos le dieran para el pelo a sus más
brillantes generales, o sea, a su héroe por antonomasia: Napoleón, ahí es nada.
Desde entonces, los franceses no es que nos odien o nos desprecien: nos ignoran
directamente, que no hay mayor forma de desprecio, por otra parte. ¿Que no? No
sé cómo andarán las cosas ahora, pero no ha mucho tiempo, a José Ortega, no el
viudo de Rocío Jurado, al otro, a don José Ortega y Gasset, que fuera el
pensador más brillante de su tiempo, ni se le mencionaba siquiera en las
universidades francesas. ¿Puede haber mayor muestra de ninguneo? Pues ahí
tienen a ZP.
Alguno dirá que al menos nuestros deportistas
han triunfado en Francia (además de Almodóvar, tan controvertido aquí). En
tenis, sobre todo en tenis; en ciclismo, sobre todo en ciclismo; en baloncesto,
hay que ver qué palizas; e incluso en el fútbol recientemente. Pero eso no
significa triunfar en Francia. Para nada. Que te lo digo yo. Los franceses no
pueden soportar tamañas afrentas, aunque sea en algo tan trivial como el
deporte. En cuanto nos hemos descuidado, zas: un puñal en la espalda. “Algo
huele a podrido en el deporte español”, dijeron una vez. De ahí a acusar a
nuestros triunfadores de doparse, había sólo un paso: lo que han hecho con
Contador, no tiene nombre. Ni el siquiera el bueno de Nadal ni el inocente de
Casillas se han librado.
En fin, que cada vez veo más meritoria la
obra de ZP: ¡los futuros presidentes de Francia debatiendo sobre su gloriosa
gestión! Algún mal intencionado estará pensando que ni ZP podía haber llegado a
más, ni los franceses a menos. Allá cada cual. Por mi parte, demostrado queda
que soy el primero en ver algún mérito en él. Mucho antes de que lo hagan los
historiadores.