Lo decía
el libro de geografía de primero de bachillerato, al que proustianamente acudo (y
a otros), de vez en cuando, para regresar al aula del instituto El Brocense,
milagros de la memoria, ese formidable enigma: en cuanto a las lluvias, España
se divide en dos, la España húmeda y la España seca. Prueba de que es cierto lo
de las zambullidas proustianas, es que, en una de ellas, pasado un siglo, me di
cuenta de que el prólogo era del profesor Hernández Pacheco, catedrático que
fuera de geología, Madrid, el cual, entre otras varias facetas, fue pionero en
el estudio del clima: en Alcuéscar está enterrado, por si alguien quiere
aproximarse a un hombre al que Arsuaga, codirector de Atapuerca, rinde sentido homenaje
en “El collar del Neardental”.
“¡Extremadura pertenece a la España seca!” (la
interjección es mía), dijera la profesora, el día que tocó el tema, lo recuerdo
como si fuera ahora mismo, mientras afuera “llovía mansamente, pero sin parar”
(loor al gran Cela), tal y como venía haciéndolo en los últimos meses. Igualito
que está sucediendo ahora. Mas no sólo fue húmeda aquella temporada, sino que por
aquel entonces se concatenaron varios años de aguas pertinaces y abundantes. En
esas condiciones, vete tú a decirle a unos muchachos, en cuya corta existencia
han sido testigos de largos y lluviosos inviernos, que Extremadura pertenece a
la España seca, que eso fue lo que a mí me pasó, que me costó trabajo meterme
en la mollera semejante sequedad, viendo como yo veía correr los regatos hasta
bien avanzada la primavera. Otra cosa habría sido si la lección nos la hubiesen
explicado en el mes de agosto, pero, claro, en el verano las aulas están
siempre cerradas.
En fin, que
lo que yo quería decirles es que lo del clima es un eterno retorno, como lo ha
sido siempre, con el permiso de Joaquín Araújo, hombre tan sabio como sencillo,
enamorado de nuestra tierra (medalla de Extremadura), que dice que ahora llueve
un 15% menos que hace cincuenta años. Ah, buen hombre: pero para compensar lo
cual, tenemos agua embalsada a mantas, sí. No diré yo como aquel carguillo de la
Junta: Extremadura es la provincia con más km de costa del Estado Español, que
ya hay que ser bobo, no por lo de las costas, sino por lo otro, pero es lo
cierto que tenemos una docena de mares interiores que almacenan agua para dar y
tomar durante una década, por muy seca que venga la misma. Así que, fuera el
miedo a la sequía que con tan buena maña se encargan de trasmitir los medios de
comunicación, que parece que están deseando enseñarnos la cola agrietada de un
pantano, y si es con hornacina romana al descubierto, mejor. Prueba de lo que
digo es que, hasta que no han visto los gigantescos pantanos desembalsando agua
con la fuerza de un tsunami, no han dado su brazo a torcer. Pero para eso estoy
yo aquí, para que recuerden en la próxima sequía, que vendrá, que las lluvias
de la infancia siempre vuelven. Y hablando de lluvias y de Extremadura, nada
más apropiado que las palabras de un meteorólogo, Adolfo Marroquín, meteorólogo
extremeño nacido en León: “De esta tierra me gusta hasta el clima”. Y a mí.
¿Seca
Extremadura?