Ese
funcionario me tiene gato, dicen los presos de ciertos vigilantes. Me tiene
gato, o sea, la tiene cogida conmigo. Pues bien, vaya por delante que, de toda
la vida, uno le tuvo gato a los financieros en general y a los banqueros en
particular (no me refiero, claro es, a los currantes, sino a los cabecillas de
la cosa, los que cortan el bacalao en el mercado, en los mercados, que dicen
los sindicalistas). Parafraseando a Cela, cuando dice que los políticos son
“personajes de tercera” (el tiempo le ha dado la razón, es lo que tienen los
genios), a uno, los aclamados sabios de las finanzas siempre le parecieron eso,
“profesionales de tercera”. Profesionales de un trabajo de tercera, sí, en
comparación, claro es, con los de primera: ingenieros, arquitectos, biólogos,
matemáticos, físicos, médicos (perdón por lo que me toca) y por ahí seguido. Por
eso nunca vi con buenos ojos que individuos tan ‘elementales’ ocupasen las
portadas de los periódicos y fueran elevados a la categoría de gurús, que así
le llamaban al tal Alan Greenspan, un americano. Juró por mi conciencia y honor
que nunca caí en la trampa que nos tendieron los medios de comunicación. Al
ataque, Antonio (Muñoz Molina): “Creemos que ocupan posiciones tan elevadas de
poder porque son muy inteligentes. En realidad, nos parecen muy inteligentes
tan sólo porque tienen un poder inmenso”. Jamás me parecieron nada del otro
jueves, ya digo.
Dice Sabina
que España le provoca rabia, vómitos, asco e indignación, que raro es el día
que uno no se despierta con una noticia a cual más apestosa. Se conoce que mi
adorado Joaquinito se está llenando del pesimismo de la vejez (¿la ‘nube negra’
ataca de nuevo?), pues que a uno, dos años más joven, hay cosas apestosas que
le perfuman la vida: cada vez que cae algún niño bonito, Blesa, un suponer, acaben
o no en la cárcel, que tampoco hay que ensañarse.
Blesa: qué grandes días nos va a dar este
señor. Yo no sé si habrá hecho barraganías suficientes para volver a la trena,
pero me da como la sensación de que, con los miles de e-mail que quedan por
publicar, ya no va a disfrutar, lo que se dice disfrutar, de los millones de
euros que tenga en la caja de ahorros, que eso era la entidad que llevó a la
ruina (24.000 millones de euro ha costado reflotarla), o sea, Caja de Madrid,
después Bankia, otros que tal bailan: por lo visto le vendieron preferentes a
un enfermo de Alzheimer. A quién se le ocurre, dedicarse a la caza del oso y a
la del corzo. Señor Blesa, eso se deja para presidentes de bancos o
multimillonarios amigos del Rey. Usted, como presidente de una caja de ahorros,
no debería de haber pasado de las liebres, que, al parecer, conejos, con
perdón, ya ha cazado bastantes.
En fin, que uno, en su ignorancia, no andaba
muy desencaminado: “No eran expertos en economía, sino en brujería. Les hemos
creído, no porque comprendiéramos lo que nos decían, sino porque no lo
comprendíamos, y porque la oscuridad de
sus augurios y la seriedad sacerdotal con que los enunciaban nos sumían en una
especie de aterradora reverencia”. Perdona, Antonio, pero yo jugaba con ventaja:
a esos tíos, siempre les tuve gato.