Me llena
de orgullo y satisfacción saber que han asumido ustedes sin duelos ni
quebrantos las derrotas de la selección: qué roja ni qué leches. He oído
comentar que mi sesión de psicoterapia colectiva del domingo pasado surtió un
efecto balsámico sobre los ánimos entristecidos, que no deprimidos. Muchas
gracias. “Fútbol es fútbol”, dijo Boskov. Y se acabó. Para rematar la terapia,
les diré que el disgusto que se van a llevar los connacionales de los que
pierdan la final, va a ser de padre y muy señor mío. Eso que nos ahorramos
nosotros. No obstante, no todo está perdido. Si ganásemos a Australia, tenemos
muchas posibilidades de cruzarnos con Inglaterra…en el aeropuerto. Dicho lo
cual, “marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional”,
que dicen que dijo Fernando VII, que yo no me creo que aquel Borbón tan
perverso fuese capaz de pronunciar una frase tan elaborada.
Fernando VII
no, pero Felipe VI sí. Es que ya son otros los tiempos. Muchos de ustedes lo
sabrán: Felipe VI es un rey del siglo XXI, o mejor dicho, ‘para’ el siglo XXI.
Lo habrán oído/leído en varias ocasiones de labios y/o plumas de sesudos
comunicadores, lo cual es de mucho agradecer. ¿Nos habríamos percatado la
ciudadanía de tan importante detalle, de no habernos sido revelado por los referidos
comentaristas/articulistas? Yo no, al menos. Es posible que a lo largo del
reinado recién estrenado, que deseo duradero, hubiese llegado a descubrirlo, pero
mientras eso sucediere, a saber en qué siglo habría uno ubicado a don Felipe. Habría
uno andado todo el día haciendo analepsis y prolepsis, que son, según los
eruditos, los dos tipos de anacronía: p’atrás y p’adelante, p’alante y p’atrás.
Que nadie piense que estoy queriendo insinuar que la monarquía es una
institución anacrónica. Nada de eso. Lo único que pretendo decir es lo que he
dicho: que estoy muy agradecido a los señores que nos han contado que Felipe VI
es un rey para el siglo XXI.
Es que, ni
no nos hubieran hecho saber el siglo en que va reinar, no habríamos podido
entender otra de las cosas que se han dicho sobre el nuevo rey, a saber: que “es
un hombre de su tiempo” (Diego Carcedo, sin ir más lejos, en estas páginas, el
otro día). Lo lógico hubiera sido decir que es un hombre de ‘nuestro’ tiempo,
pero no hacía falta: ya alguien había dicho lo del siglo, con lo cual, lo de
‘su’ tiempo estaba claro: su tiempo y el nuestro coinciden en el tiempo, no sé
si me van entendiendo.
Más de uno
estará pensando que me he olvidado de la bella doña Letizia, que la esposa del
rey también es reina (¿mi nieto, futuro esposo de doña Leonor, será rey?). De
eso ni hablar. Cómo podría olvidarme, si de ella también se ha dicho lo mismo
que de su regio/recio esposo: ¡”Doña Letizia es una mujer de su tiempo”! (las
interjecciones son mías). No creo que sea necesario repetir que lo lógico
hubiera sido decir que doña Letizia es una mujer de ‘nuestro’ tiempo y tal. En
este caso, la cosa es más sencilla: siendo don Felipe un rey del siglo XXI, lo
normal es que eligiese como futura reina a una señora de su tiempo, vamos, digo
yo. En fin.