Uno sabía
que el señor Botín, que en gloria esté, fue hombre de innata capacidad para la
cosa dineraria, o sea, para hacerse rico (Vargas Llosa dice que es una cualidad
como otra cualquiera), pero de lo que no tenía ni barruntos es de que, además,
tuviese otras facultades, habitualmente muy alejadas del mundo de las finanzas,
tal es la capacidad para crear un cuerpo de doctrina, nada más y nada menos. Como
Parot el de la eta, pero sin muertos. Pues sí señor, don Emilio creó una
doctrina, bueno, se la crearon ad hoc, previo pago de su importe, y como fuera
hecha a su medida, le pusieron su nombre: la doctrina Botín. Hablando en plata:
la doctrina Botín es una pirueta legal (léase argucia), bendecida por el
Tribunal Supremo, -¿y qué?-, e inventada por prestigiosos leguleyos para librar
de la quema a uno de los hombres más poderosos e influyentes de España, que
dudo yo que se la hubieran sacado de la manga para un robagallinas en paro. ¿O
sí? No me lo creo. En fin, cosas del dinero, del mucho dinero.
Es que
resulta que Cristina de Borbón, o sea, la hermana pequeña del rey, deberá
permanecer en el banquillo, al considerar los jueces (juezas, tres, en este
caso) que no hay razones para aplicarle la doctrina ésa. Lo cual que lo siento
por la señora, pero –y aquí es adonde yo quería llegar-, me alegro mucho por su
hermano. Es más, si hubiera habido razones para aplicársela, yo que don Felipe habría
llamado a las juezas: “No la levantéis del banquillo, que me hundís”. Como te
lo cuento.
En efecto,
es que lo contrario, la aplicación de tan suspecta doctrina (doctrina
“Borbontín” la habría llamado alguno), hubiera tenido un efecto tan deletéreo
en la opinión pública, que habría supuesto el primer torpedo en la línea de
flotación de la única institución que por ahora parece libre de mancha, la
monarquía (desde que reina Felipe VI, claro), que hasta Pablo Iglesias habla
bien del rey: “le veo muy preparado”. Era lo que nos hubiera hecho falta en
estos momentos tan convulsos: una Jefatura del Estado vulnerable. ¿Con qué cara
recibiría don Felipe a los independentistas y adláteres, ya me entienden, si la
percepción social hubiera sido la del trato de favor a su hermana? Me juego la
mitad del bigote a que los desvergonzados (que han perdido la vergüenza) de
Hacienda que dieron por buenas unas ¡¡¡facturas falsas!!! para librar a la
infanta de un delito fiscal, hoy no se atreverían a hacerlo. Pues eso fue lo
que se hizo en tiempos de su augusto padre, al que, por cierto, es difícil
encontrarle algún amigo limpio de polvo y paja, con perdón. Hoy, ya digo, aquello
sería impensable. Si así hubiese sucedido, de encontrarme en la piel de don
Felipe (me sobraría piel por todas partes), yo mismo les habría retorcido el
pescuezo con mis propias manos a las lacayos del ministro Montoro, primos
hermanos de los que un mal día me mandaron directamente una multa, porque les
salió de ojo una generosa donación a Cáritas. (Todavía estoy esperando disculpas:
como ciudadano español maltratado por la administración, las merezco.)
¿Entienden por
qué me alegro de que la señora de Urdangarín siga calentando banquillo?
¡Viva el
Rey! (Felipe VI).