La otra mañana, estaban que echaban humo
las emisoras de radio (cambié varias veces el dial y comprobé que la cosa era
unánime). Ese día se trataba de elegir la presidencia del Congreso, así como la
composición de la mesa de dicha cámara. A esa hora, ya digo, todas las
tertulias, políticas, por supuesto, rivalizaban al respecto. Tal era el énfasis
que ponían en la cuestión que pensé todo el mundo iría por la calle con los
transistores en las oreja. Y así sucedió: todas las personas con las que me
crucé, todas las tiendas en donde entré, todos los repartidores que saludé,
estaban pegados al transistor, esperando como locos la composición de la mesa
congresual. Más que un día de julio, parecía el 22 de diciembre, todo el mundo
pendiente del ‘gordo’ y sus hermanos menores. Una vez más se cumplió al pie de
la letra lo que tantas veces sucede: que los medios de comunicación y la calle
van de la mano como buenos hermanos. Al fin, se produjo la gran noticia, ya
insinuada el día anterior por algunos medios. La presidencia del Congreso había
recaído en la doctora Ana Pastor, ministra de Fomento en funciones, ministra de
sanidad en su momento, que, a lo que se ve, los estudios de medicina dan para
mucho. Unanimidad absoluta sobre el personaje: ni una sola crítica negativa
sobre su persona ni sobre su gestión en los muy distintos cargos que ostentó.
A este respecto, “me llena de honor y
satisfacción” haber sido el primero, julio 2003, en dedicar un elogioso
artículo sobre mi colega Pastor. Fue con motivo de la rauda visita que hiciese
al profesor Valentín Fuster, Príncipe de Asturias de Investigación, cursos de
verano de la Menéndez Pelayo, aula a rebosar, con el único fin de rendirle
público tributo: "Os pido disculpas por robaros unos minutos del
magisterio del doctor Fuster. Como médico que soy, sé muy bien que esto es
cierto, pero no podía desaprovechar la oportunidad de saludarlo". Le dio
dos besos, y se fue por donde había llegado. La respuesta de don Valentín
estuvo a la altura de las circunstancias, o tal vez por encima. Ida ya doña
Ana, dijo: "En los últimos quince años, he tenido la ocasión de hablar con
varios responsables de sanidad y de investigación, y les puedo decir que esta
señora es la que más merece la pena de todas". ¿Se puede pedir más?
Pero no quedan ahí los elogios. Anteayer por
la mañana, al final de una tertulia, Rne, en donde no se hablaba de la amistad,
un hombre de contrastada bonhomía y de mucho talento, el director, actor, guionista,
Antonio del Real, se descuelga con lo siguiente, cito de memoria: “Todo el
mundo habla mal de los políticos, sin embargo, yo tengo un par de amigos que
son unas personas extraordinarias, una de ellas acaba de ser nombrada
recientemente para un cargo muy importante”. No dijo el nombre, pero sí lo
apostilló el director del programa. Se refería, claro es, a doña Ana Pastor.
(Al año siguiente de lo de Santander, qué
casualidad, tuve la suerte que le tocase a la señora ministra prenderme en la
solapa la insignia de los veinticinco años de colegiación. No le dije nada del
artículo, claro: su presencia en Cáceres fue por sorpresa).