Vean y
comparen.
Siete de
julio de 2016. Un veterano del ejército americano, harto de la facilidad con la
que la policía descarga la pistola contra los negros, se lía a tiros con un
grupo de agentes y mata a cinco de ellos, liando la mundial en todos los medios:
¡en España, una emisora de radio entrevista, en el hospital, a un policía
herido!
Catorce de julio de 1986. La eta, en nombre de
un cachito de terreno, despanzurra un autobús repleto de guardias civiles,
todos muy jóvenes: doce muertos. Sucedió en Madrid, plaza de la República
Dominicana, (al día siguiente, de camino
a la capital, nos cruzaríamos con varios furgones funerarios, destino
Extremadura, ay). No tengo constancia, y dudo de lo contrario, de que las
emisoras y televisoras norteamericanas dedicasen más de un minuto a la masacre
española. Ni tan siquiera las francesas, que están ahí al lado.
Cuatro de julio de 2016: Los locos del Estado
Islámico hacen estallar un camión en pleno centro de Bagdad: ciento sesenta y
tantos muertos. Convulsión en todos los medios: la mayor masacre sucedida en
Irak, repiten una y otra vez. Sin embargo, uno echa de menos algo: nadie, lo
que se dice nadie, comenta, siquiera para hacer una comparación, que en la
civilizada Europa hubo una masacre mucho mayor, que se llevó por delante ciento
noventa y dos vidas y dejó malheridas casi un millar, la que tuvo lugar en
Madrid un malhadado 11-M de no ha muchos años, ¿recuerdan?
De entrada,
se me ocurre una reflexión: las cosas no son como son (“son como las recordamos”,
dice Valle-Inclán), sino como las cuentan
los medios de comunicación. Para muestra, cualquier botón: “Ascienden a 35 los muertos por el atentado en un mausoleo
chií al norte de Bagdad”, titula un periódico
cualquiera. La masacre
tuvo lugar horas después del tiroteo de Dallas. ¿Cuánto tiempo le dedicaron los
medios? Los telediarios, unos segundos perdidos casi al final, luego de una
hora dedicado a los muertos americanos. ¿Les parece bonito?
Oiga, es que
lo de Norteamérica es por una cuestión racial. Ah, claro. Y qué es peor, matar por causas político-religiosas, como
hacen los descerebrados del ISIS o sus primos de Iraq, o hacerlo por asco
(léase racismo) a los afroamericanos (léase negros). Venga, contésteme. Pues yo
no sé qué será peor, mire usted. Lo del odio a los negros me parece un cosa ‘irracional’,
pero lo de matar en nombre de un Dios, no tiene un pase, por muy grande que
éste sea. Eso mismo pienso yo.
Y hablando
del racismo en Norteamérica: a uno no le ha sorprendido nada, lo que se dice
nada, lo sucedido en Dallas: “Están jugando con fuego”, le dije a alguien, horas
antes del tiroteo, lo juro. Decía Tierno Galván que la lectura era la forma de
viajar de los que no pueden viajar. Lo cual que, en lugar de desplazarme a Memphis,
le digo a Antonio Muñoz Molina: “Escríbeme algo sobre la cuestión racial en
Estados Unidos”. Y me escribió la biografía del ‘asesino’ de Martin Luther
King, “Como la sombra que se va”, que por cierto, en su huida, anduvo durante
diez días muy cerca de aquí: en Lisboa. De ahí mi exhaustivo conocimiento del
paño. Gracias, Antonio, por tu generosidad.