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A HOMBROS DE GIGANTES


      El insomnio también tiene sus ventajas, no crean. Un suponer, pasarte leyendo hasta las tantas (placer inmenso: la lectura), o bien, una vez que los renglones empiezan a torcerse, dejarte llevar por un agradable programa de radio, Rne, claro, que a esas horas, madrugada profunda, es la única, sí, que mantiene el tipo (lo demás, un desierto de vulgaridad), que hay que ver el nivel intelectivo e intelectual (no es lo mismo, aunque los analfabetos no distingan) del amplio elenco de intervinientes semanales, incluido su director, claro, Carles Mesa: “Gente Despierta” se llama (un botón de muestra: Pancho Varona, un sabio “fichado” por Sabina). Lo cual que una noche descubrí el gran descubrimiento, “A hombros de gigantes”, la sección dedicada a lo últimos avances científicos: física, bioquímica, biología, astronomía…

    Aclaración: lo de los “hombros” está sacado de una carta del gran Isaac Newton (según el profesor Lozano Leyva, Newton es lo más de lo más, pues que “presenta tres cumbres jamás alcanzadas simultáneamente por ningún ser humano: la teoría, la experimentación y las matemáticas”; yo, con perdón, me quedo con ‘mi’ Albert y su asombroso, “principio de equivalencia”, suprema llamarada del intelecto), les decía que la célebre expresión que da título a la magnífica sección está sacada de la carta de “reconciliación” que Newton escribiera a su gran antagonista, Robert Hooke, de prodigiosa, oceánica, mente inventora: “Si he sido capaz de ver más allá, es porque me encontraba sentado a hombros de Gigantes”: Arquímedes, Descartes, Copérnico, Kepler, Galileo...., aunque malas lenguas dicen que lo hizo con segundas, o sea, para jorobar al destinatario de la misiva. Por lo visto, Newton escribió Gigantes con mayúscula, en tácita alusión a la joroba de Hooke. Es que se llevaban a matarse: desde que el otro le discutiese la autoría de la ley de la gravitación universal, nada menos. “A hombros de gigantes”, en fin.

   ¿Que cuándo y qué hora se puede escuchar eso? Que no se entere nadie: de dos a tres de la madrugada. Pero no de un día cualquiera, sino en la madrugada del domingo al lunes, cuando ya los locutores nocturnos del fútbol están todos roncando, exhaustos de cantar goles históricos y de hablar de balones divididos.

   Al parecer, cuando se plantearon el momento de la emisión, alguien sacó a relucir una secuencia de “Amanece que no es poco”, ya saben, el catecismo del cine de ingenio, cuando uno le pide al escritor argentino que le deje leer la novela: “No te voy a dejar… ¿Vos sós intelectual?... Pues entonces, ¿para qué te la voy a dejar?, ¿para que me la leas mal y me la jodas?... No sería la primera novela que se estropea por leerla mal” Pues eso. Si lo emitimos -se dijeron los de Rne- a la misma hora que “Sálvame de Luxe” o cosa parecida, estamos perdidos. Es que, además, tenían ya un claro precedente: “Siluetas”, un programa de Rne por donde pasaron las más egregias cabezas del arte, la ciencia y el pensamiento patrios, emitido que fuera a una hora en la que muy poquita gente escucha la radio: ¡los domingos a las tres de la tarde!    

  “A hombros de gigantes”: escúchenlo y verán lo que es bueno. Aunque sea en diferido: en los ‘podcast’ correspondientes. Algún día me lo agradecerán. De nada.  

     

 

 

 

 

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