Que digo yo que qué ‘mala suerte’ ha tenido
Villar, el del ‘furbo’: cuando tenía a todos los medios pendientes de él solito,
va y se mata un famoso del mundo financiero. Algo parecido a lo que le pasó a
un celebérrimo escritor, Umbral, que no se le ocurre otra cosa que morirse el
mismo día que un jugador del Sevilla, que ya hay que tener mala suerte. Con lo
bien que le hubiese venido hacerlo a la par que un Nobel de Física, un suponer.
Como estaba cantado, el escritor hubo de ceder su sitio al futbolista.
Dijo Cela, el gran Camilo, que no le gustaba
perder el tiempo con personajes de tercera: los políticos. A mí no me gusta hacerlo
con jugadores de regional preferente, los financieros (hoy es una cosa
excepcional, por la trágica muerte del señor Blesa), pues que no son otra cosa
que los contables de toda la vida (como contables, pueden jugar incluso la
champion´s league), elevados a la categoría de genios por los medios, de los
cuales son los dueños (o los compran ad hoc). ¿Que exagero? Pregúntenselo a un
tal Bernanke, idolatrado que fuera cuando ¡presidente de la Reserva Federal!,
qué miedo, que le estalla en plena cara una crisis de dimensiones planetarias, y
él sin olerla. Así que a otra cosa, mariposa.
¿Ustedes se imaginan a Lola Flores diciendo:
“Si me queréis, idos”. Yo tampoco. Me hubiera parecido la cosa más cursi del
mundo. Dicho lo cual, si hay alguien en España que se pone como una pantera con
el mal uso del castellano, esa joya, soy yo. Pero como te digo una ‘co’, te digo
la ‘o’. Según parece, la Academia va a admitir ‘iros’ y, de inmediato, se ha
liado la marimorena. Con lo fácil que lo tenían los señores académicos:
“¡Marchaos!” (sí, ya sé que el personal dice ‘marcharos’). Me explico. Por mor de
los del fútbol, esos incansables innovadores del lenguaje (“balón dividido” es
lo último), ya casi nadie usa el verbo ir, ni siquiera el verbo salir, que han
sido sustituidos por el verbo marchar. “El balón se marcha fuera”; “Isco se
marcha al vestuario”; “Morata se marcha al Chelsea”; “el jugador se marcha al
suelo” (¡lo juro por mis nietos). A uno de ellos le dio un día por el verbo
marchar, Juan Carlos Rivero, y ya todos los alevines lo usan para todas las
salsas. Incluso los que no se dedican al deporte, ay: “Un pueblo de Tarragona
quiere marcharse de Cataluña a Aragón”, titulaba el otro día este periódico. Hasta
el filólogo Ibarra se ha contaminado: “ninguna forma de Estado va a ser
aceptado por quienes han decidido marcharse”, (¡horror!), escribe en un
periódico andaluz.
(Lo de verbo “marchar” para todo es algo
parecido a lo del “tiempo complicado” en la información meteorológica; o las
“complicaciones circulatorias” en lo del tráfico, que parece que le van a amputar
la pierna al enfermo; o el último y exitoso invento, nacido en las
inmediaciones de Doñana: incendio “perimetrado”, qué bueno.)
Y ya para acabar: muy pronto, la Academia tendrá
que admitir la ‘líbido’ en lugar de la libido, que es lo correcto. Lo dice a cada
momento un macho alfa de la información deportiva, Manolo Lama, publicitando
una cosa para la función sexual masculina. Al tiempo.