Anteayer mismo, este periódico lo
publicaba a toda plana: “Fomento anuncia que el AVE extremeño llegará a Madrid
a través de Toledo”. El desvío será en último tramo: Talavera de la Reina-Toledo-Madrid.
De inmediato, se puso en marcha la maquinaria de las indignaciones: por los continuos
agravios de la administración central a Extremadura, dicen. Qué quieren que les
diga. Este particular, lejos de rasgarse las vestiduras (¡hoy, ya se compran
los pantalones rasgados!), se puso las gafas de ver la parte buena de las
cosas, y el porqué de las mismas. Sí, ya sé que más de uno dirá que ya era lo
que nos faltaba: además de décadas de retrasos, un desvío. Veamos.
Respecto de lo primero, ya dije en estas
páginas que, cuando dentro de diez años funcione al fin el AVE por Extremadura,
las máquinas serán como naves espaciales, o sea, una maravilla de la tecnología.
Nos vamos a reír, ya lo verán, de los trenes que van a Sevilla, con sus siete
quinquenios a cuestas para entonces.
En
cuanto a lo segundo, el desvío por Toledo, no sólo no le veo ningún
inconveniente, sino que sólo le encuentro ventajas. ¿Que vamos a tardar más? Eso
lo dirá usted. Si la Tierra fuera plana, tendría razón: entre Talavera y Madrid
sólo habría un trayecto más corto que todos los demás. Pero como resulta que la
Tierra es redonda, entre ambas ciudades hay múltiples trayectorias de la misma
longitud: ¡las geodas! Coja usted una naranja y verá que para llegar de un
‘polo’ a otro hay infinitas posibilidades: eso son las geodas. Un ejemplo: ¿Usted
no sabe que para ir de Europa a Japón, es más corta la ruta polar (polo norte,
claro) que la ruta convencional, de oeste a este? Pues eso es lo que los
ingenieros han ideado, brillantemente (el ministro guapo del gobierno, es
además muy listo), para el controvertido AVE extremeño. Han echado cálculos (elemental
trigonometría esférica), y han visto que la de Toledo, es la ruta más
conveniente y, sobre todo, económica: ¡se aprovecha una vía ya hecha! Oiga, que
estoy hablando de Toledo, que no nos mandan por Córdoba. Eso, en cuanto a la
distancia.
Existe, además, otra ventaja sobreañadida,
enorme ventaja dijera yo: nadie va a negar que Toledo sea una ciudad bellísima;
pero Cáceres no los es menos, ni la Mérida romana tampoco, ni la Alcazaba de Badajoz.
Cuando no existía el AVE, a los invitados ilustres los subían a un helicóptero
y los llevaban a Toledo, por razones de proximidad, obviamente. Desde que
existe el AVE, no sólo los visitantes ilustres visitan la “Ciudad Imperial”: raro
es el turista que viene a España, vía Madrid, que no se monta en el tren, y
visita, no sólo Toledo, sino que se acercan hasta Sevilla, pasando por la
imponente Córdoba. ¿A que ya saben a dónde quiero ir a parar? Pues claro: “En
Toledo, cogen ustedes el AVE que va a Extremadura y se van a encontrar con dos impresionantes
ciudades que son del Patrimonio de la Unesco, Cáceres y Mérida, y otras dos que
pronto lo serán: Plasencia y la Alcazaba de Badajoz. Y si se desvían unos Km en
coche, se quedarán asombrados con otra joya: Trujillo, una de las tres “maravillas”
de Pániker”.
¿Tengo o no tengo razón?