A VUELTAS CON EL 'SENAO'
Agapito Gómez Villa
Desde muy poco después de que los neandertales viviesen o no viviesen en la cueva cacereña de Maltravieso, vengo diciendo que el Senado no sirve para nada. Bueno, sí, para colocar a los acólitos que no caben en el Congreso, que entre unas cosas y otras nos vienen a salir por un pico: cerca de sesenta millones de euros anuales. Con lo bien que nos vendrían esas perritas a los extremeños para acabar la vía de los trenes que arden, y sustituir por una autovía 'digna' la bella carretera africana Badajoz-Cáceres, o al revés. Ah, se me olvidaba: el Senado sirve también como premio de consolación para aquellos políticos que han perdido su cargo, al tiempo que se acogen a sagrado (aforados) por si sufriesen persecución por la justicia; algo así como la Europa Ligue de la política, competición de segundo nivel adonde van a parar algunos equipos eliminados de la Champion´s.
¿Que en qué me baso para afirmar tal cosa? Tomen nota: en la continuada falta de consideración y de respeto que los mismísimos políticos tienen a dicha Cámara. El 'Senao' le llamó una y otra vez, o sea, siempre, Felipe González. ¿Ustedes creen que ésa es una forma respetuosa de referirse a la llamada Cámara Alta? Y qué me dicen de José Mari. Fue tal la consideración que José Mari profesase al Senado, que sólo hay que recordar a quién puso de presidente (si Umbral jamás escribió su nombre, no voy yo enmendarle la plana a tan brillante prosista).
Cámara de Representación Autonómica le dicen. ¡Y tanto! Que me acuerdo yo de ver a Chaves, sevillano de Ceuta, escuchando mediante auriculares la traducción de la disertación en catalán de un andaluz de Córdoba, el pobre Montilla, uno de los momentos más demenciales a los que nos ha abocado el malhadado sistema autonómico, ¿verdad, Alfonso? Pues bien, a mi colega Ana, presidenta de las Cortes Generales, no se le ocurre otra cosa que invitar al presidente de una Comunidad Autónoma, el tal Txorra, a que acuda... ¡al Congreso! a explicar su doctrina independentista. Mujer de Dios, ¿para qué sirve entonces el Senado? Ahí tienen la prueba.
Pero es que, por si faltaba algo para el euro, hace pocos días, pretendiendo el presidente del gobierno, don Pedro Pablo Sánchez Iglesias, elevar el techo de los presupuestos del Estado ('Estao' para Felipe), y como no contase con la necesaria aprobación del Senado, de mayoría Popular, aprovechando una argucia, dicen que legal, (¡envolver los presupuestos en el celofán de la Violencia de Género!), va y se salta la preceptiva función de dicha Cámara, dejando al tiempo a los 'senaores' (Felipe de nuevo) con varios palmos de narices. ¿Para qué sirve, pues, el Senado? Ustedes mismos.
(P. D. El otro día, don Francisco, 93 años, un maestro más bueno que el pan que tuve en mi pueblo (hoy mi entrañable paciente), se llevó el hombre un gran disgusto. Un condiscípulo de cuando entonces acababa de recordarle que tuviese conmigo un trato de favor al donarme un libro sin pasar por el sorteo como el resto del alumnado. "A buenas horas lo hubiese hecho, de haber sabido que querías ser secretario general de la Unesco", me dijo, abrumado. Algo parecido es lo que ha pasado con la tesis del doctor Pedro Pablo.)
Agapito Gómez Villa
Desde muy poco después de que los neandertales viviesen o no viviesen en la cueva cacereña de Maltravieso, vengo diciendo que el Senado no sirve para nada. Bueno, sí, para colocar a los acólitos que no caben en el Congreso, que entre unas cosas y otras nos vienen a salir por un pico: cerca de sesenta millones de euros anuales. Con lo bien que nos vendrían esas perritas a los extremeños para acabar la vía de los trenes que arden, y sustituir por una autovía 'digna' la bella carretera africana Badajoz-Cáceres, o al revés. Ah, se me olvidaba: el Senado sirve también como premio de consolación para aquellos políticos que han perdido su cargo, al tiempo que se acogen a sagrado (aforados) por si sufriesen persecución por la justicia; algo así como la Europa Ligue de la política, competición de segundo nivel adonde van a parar algunos equipos eliminados de la Champion´s.
¿Que en qué me baso para afirmar tal cosa? Tomen nota: en la continuada falta de consideración y de respeto que los mismísimos políticos tienen a dicha Cámara. El 'Senao' le llamó una y otra vez, o sea, siempre, Felipe González. ¿Ustedes creen que ésa es una forma respetuosa de referirse a la llamada Cámara Alta? Y qué me dicen de José Mari. Fue tal la consideración que José Mari profesase al Senado, que sólo hay que recordar a quién puso de presidente (si Umbral jamás escribió su nombre, no voy yo enmendarle la plana a tan brillante prosista).
Cámara de Representación Autonómica le dicen. ¡Y tanto! Que me acuerdo yo de ver a Chaves, sevillano de Ceuta, escuchando mediante auriculares la traducción de la disertación en catalán de un andaluz de Córdoba, el pobre Montilla, uno de los momentos más demenciales a los que nos ha abocado el malhadado sistema autonómico, ¿verdad, Alfonso? Pues bien, a mi colega Ana, presidenta de las Cortes Generales, no se le ocurre otra cosa que invitar al presidente de una Comunidad Autónoma, el tal Txorra, a que acuda... ¡al Congreso! a explicar su doctrina independentista. Mujer de Dios, ¿para qué sirve entonces el Senado? Ahí tienen la prueba.
Pero es que, por si faltaba algo para el euro, hace pocos días, pretendiendo el presidente del gobierno, don Pedro Pablo Sánchez Iglesias, elevar el techo de los presupuestos del Estado ('Estao' para Felipe), y como no contase con la necesaria aprobación del Senado, de mayoría Popular, aprovechando una argucia, dicen que legal, (¡envolver los presupuestos en el celofán de la Violencia de Género!), va y se salta la preceptiva función de dicha Cámara, dejando al tiempo a los 'senaores' (Felipe de nuevo) con varios palmos de narices. ¿Para qué sirve, pues, el Senado? Ustedes mismos.
(P. D. El otro día, don Francisco, 93 años, un maestro más bueno que el pan que tuve en mi pueblo (hoy mi entrañable paciente), se llevó el hombre un gran disgusto. Un condiscípulo de cuando entonces acababa de recordarle que tuviese conmigo un trato de favor al donarme un libro sin pasar por el sorteo como el resto del alumnado. "A buenas horas lo hubiese hecho, de haber sabido que querías ser secretario general de la Unesco", me dijo, abrumado. Algo parecido es lo que ha pasado con la tesis del doctor Pedro Pablo.)