EXCELENTE SANIDAD PÚBLICA
Agapito Gómez Villa
Irene y Pablo, Pablo Iglesias e Irene Montero, han dado las gracias a la sanidad pública por los cuidados dados a sus hijos, mellizos muy prematuros, al tiempo que han elogiado la magnífica labor de los profesionales sanitarios. Trabajo le ha costado a Pablo mostrar un mínimo reconocimiento sobre el particular: no recuerdo yo que diera las gracias públicamente a los médicos del Hospital Clínico de Salamanca que hace un par de años le trasplantasen un riñón a su padre. O sea, que tenía toda la razón mi madre: las cosas de los hijos son las que más duelen. En cualquier caso, estamos hablando de "actos médicos" dignos de agradecimiento eviterno: si asombroso es lo del riñón (no por cotidiano deja de ser 'milagroso'), no lo es menos sacar adelante a unas criaturas nacidas a los seis meses de gestación, lo cual habla bien a las claras del excelente nivel de nuestro sistema sanitario, de las mejores que existen (sin listas de espera sería imbatible), reconocimiento que merecería por el solo hecho de que España es el país donde más trasplantes se realizan, casi nada. (A propósito, el sistema sanitario del que hablamos fue creado durante la férrea dictadura del titular de los huesos que quieren exhumar, mala y dura como todas las dictaduras (tiránica para algunos), pero la menos mala de las que en el mundo han sido: coge un país asolado/desolado por una atroz guerra civil y siete quinquenios después lo sitúa entre las diez potencias económicas más importantes, lo siento Pablo: te recuerdo lo de Agamenón y su porquero sobre la verdad.)
Sea como fuere, Iglesias me sirve como paradigma de algo que vengo diciendo desde tiempos inmemoriales: la falta de valoración que una buena parte de la población muestra hacia 'su' formidable sistema sanitario, en general, y hacia el "acto médico", en particular, ya se trate de la intervención quirúrgica más laboriosa, o del infarto de miocardio más letal, por poner un par de ejemplos vitales (como modesto médico de cabecera, doy un paso atrás). Sí, ya sé que la obligación de los sanitarios es hacerlo bien, "que para eso pago", exabrupto que en más de una ocasión han de escuchar, pero lo que yo quiero decir es otra cosa, a saber: que cualquier tuercebotas (el insigne cirujano, Pedro Cavadas, no me desmentirá) merece más consideración que el más eminente de los médicos. ¿Que no? Asimismo, me duele decir que, en mi opinión, tan escasa valoración es, salvo excepciones, tanto mayor cuanto más menguada es la educación (en todos los sentidos) circundante. Lo anterior no es aplicable, lo sé, a la actitud de Pablo cuando lo de su padre, al tratarse de una persona de formación universitaria. En su caso, hay otra explicación: una más que cierta componente ideológica, inherente a su credo, que consiste en igualar, por abajo, a todo el personal, médicos incluidos, claro.
En fin, espero que Pablo no le haya dicho a los buenos doctores lo que a mí me dijo en su día uno de sus correligionarios: "Que el padre Lenin te lo pague".
(Post scriptum: les pido disculpas por la garrafal metedura de pata del pasado domingo: dije que las radiaciones ultravioletas abundan por la noche, lo cual es imposible al ser emitidas por el sol; quise decir infrarrojas.)
Agapito Gómez Villa
Irene y Pablo, Pablo Iglesias e Irene Montero, han dado las gracias a la sanidad pública por los cuidados dados a sus hijos, mellizos muy prematuros, al tiempo que han elogiado la magnífica labor de los profesionales sanitarios. Trabajo le ha costado a Pablo mostrar un mínimo reconocimiento sobre el particular: no recuerdo yo que diera las gracias públicamente a los médicos del Hospital Clínico de Salamanca que hace un par de años le trasplantasen un riñón a su padre. O sea, que tenía toda la razón mi madre: las cosas de los hijos son las que más duelen. En cualquier caso, estamos hablando de "actos médicos" dignos de agradecimiento eviterno: si asombroso es lo del riñón (no por cotidiano deja de ser 'milagroso'), no lo es menos sacar adelante a unas criaturas nacidas a los seis meses de gestación, lo cual habla bien a las claras del excelente nivel de nuestro sistema sanitario, de las mejores que existen (sin listas de espera sería imbatible), reconocimiento que merecería por el solo hecho de que España es el país donde más trasplantes se realizan, casi nada. (A propósito, el sistema sanitario del que hablamos fue creado durante la férrea dictadura del titular de los huesos que quieren exhumar, mala y dura como todas las dictaduras (tiránica para algunos), pero la menos mala de las que en el mundo han sido: coge un país asolado/desolado por una atroz guerra civil y siete quinquenios después lo sitúa entre las diez potencias económicas más importantes, lo siento Pablo: te recuerdo lo de Agamenón y su porquero sobre la verdad.)
Sea como fuere, Iglesias me sirve como paradigma de algo que vengo diciendo desde tiempos inmemoriales: la falta de valoración que una buena parte de la población muestra hacia 'su' formidable sistema sanitario, en general, y hacia el "acto médico", en particular, ya se trate de la intervención quirúrgica más laboriosa, o del infarto de miocardio más letal, por poner un par de ejemplos vitales (como modesto médico de cabecera, doy un paso atrás). Sí, ya sé que la obligación de los sanitarios es hacerlo bien, "que para eso pago", exabrupto que en más de una ocasión han de escuchar, pero lo que yo quiero decir es otra cosa, a saber: que cualquier tuercebotas (el insigne cirujano, Pedro Cavadas, no me desmentirá) merece más consideración que el más eminente de los médicos. ¿Que no? Asimismo, me duele decir que, en mi opinión, tan escasa valoración es, salvo excepciones, tanto mayor cuanto más menguada es la educación (en todos los sentidos) circundante. Lo anterior no es aplicable, lo sé, a la actitud de Pablo cuando lo de su padre, al tratarse de una persona de formación universitaria. En su caso, hay otra explicación: una más que cierta componente ideológica, inherente a su credo, que consiste en igualar, por abajo, a todo el personal, médicos incluidos, claro.
En fin, espero que Pablo no le haya dicho a los buenos doctores lo que a mí me dijo en su día uno de sus correligionarios: "Que el padre Lenin te lo pague".
(Post scriptum: les pido disculpas por la garrafal metedura de pata del pasado domingo: dije que las radiaciones ultravioletas abundan por la noche, lo cual es imposible al ser emitidas por el sol; quise decir infrarrojas.)