Uno tiene la suerte de tener bastantes
amigos, o dicho de otra manera: soy amigo de varios grupos de amigos, razón por
la que cada año por estas ‘señaladas’ fechas, tengo que acudir, con mucho
gusto, a varias comidas/cenas de Navidad. Como habrán podido ustedes comprobar,
a los restaurantes les sucede como a la misa de “Amanece que no es poco”: salen
a lleno de diario. Pues bien, a pesar de los llenazos cotidianos, he podido
observar algo raro en el ambiente: como una especie de euforia tristona. Y no
ando yo muy desencaminado, no.
En efecto, la explicación la he encontrado
en un genio, uno de esos individuos capaces de llegar a Stendhal: “Ver en lo
que es”. Ese genio se llama Juan Carlos Ortega (“Cómo puedes ser tan genial”,
le dijo un día Pepa Fernández, la célebre y celebrada locutora) y es tal su
genialidad, que es de los pocos que se acercan al gran Baudelaire: “Ser sublime
sin interrupción”, eso que tantas veces recordara otro genio de la cosa, Umbral.
Al final va a tener razón Heidegger: “Las montañas se comunican por las
cumbres”.
Aterrizando que es gerundio
Busquen ustedes en internet “Las noches de
Ortega”: “La tristeza”, y verán lo que es bueno. Luego de una excelsa
introducción musical (Ortega es genial hasta para eso), interviene el primero
de los oyentes: “Desde Elche nos llama Serafín. Buenas noches, amigo. Cómo
estás”. “Mal, muy mal”. Serafín se encuentra desolado, hasta tal punto, que
hace el pan a desganas y lo vende con menos ganas todavía: es panadero, claro. “¿Por
qué estás así, Serafín”. “Porque no hay un gobierno estable”. Incluso le afecta
hasta en su vida íntima. “Vamos a hacer el amor, cariño, me dice la Águeda”.
“En qué mundo vives, mujer. Cómo vamos a hacer el amor, si no hay todavía
formado un gobierno; si no hay una mayoría estable”. A continuación, entrevista
a Ignacio, un onubense (a propósito: Huelva se escribe con hache y con uve y
sus lugareños sin hache y con b: la gramática está loca). Ignacio trabaja en
pompas fúnebres: “Miro al muerto que estoy maquillando (dice que los deja peor
que estaban) y le digo: ‘Me cambiaría por ti’. Hasta mi mujer ha dejado de comer
por la falta de un gobierno”.
Y sigue la cosa. “Desde nuestra redacción,
Irene Areta: ¿cómo está afectando a nuestros oyentes la falta de un gobierno
estable?”. “Buenas noches, Ortega: El 83% de los oyentes confiesan estar
destrozados en lo más intimo y un 40% dicen que han dejado de comer. Y todo por
la falta de un gobierno estable”.
El caso más extremo es el de Pilar, de
Ciudad Real: “¿Usted sabe las veces que yo he intentado ahorcarme por la falta
de gobierno”. “No diga eso, Pilar”. “En estos meses de inestabilidad política,
he envejecido horrores, que me lo veo yo en el espejo”. “¿Está usted casada?”
“Sí, pero como si no lo estuviera. El Gabriel
no habla con nadie: se ha metido en la cama desde que no hay gobierno y no se
levanta nada más que para comer lo primero que encuentra”.
Miren si tengo razón. Más que un santo.