“Nueva
campaña de excavación en la cueva de Santa Ana”, decía el HOY el otro día.
Comoquiera que se trata de un asunto que me apasiona, mayormente en todo lo que
se relaciona con la aparición/evolución de la especie humana (me hubiera
encantado ser antropólogo), me empapo la noticia hasta la última coma, de modo
y manera que no me pasa inadvertido (desapercibido dicen los despistados) lo
siguiente: “El año que viene se celebrará el vigésimo aniversario de los “Primeros
pobladores de Extremadura”, que según la ciencia (lo publicó la muy prestigiosa
revista ‘Science’), vienen de la noche de los tiempos: “las manos” de
Maltravieso tienen más de 60.000 años, el vestigio ‘simbólico’ más antiguo
encontrado hasta ahora en el mundo, 66.700 años para ser más exactos. Aquí
quería yo llegar (para los menos avisados, las referidas cuevas se encuentran en
las inmediaciones de la ciudad de Cáceres).
La
noticia de ‘Science’ no es nueva, claro. Lo que sí es nuevo para mí es
lo del “XX aniversario”. Es que si, como parece, los “Primeros pobladores de
Extremadura” eran extremeños -no tenemos por qué dudarlo: no pudieron venir desde
tierras incógnitas en tren, eso al menos es seguro-, el descubrimiento adquiere
unas connotaciones muy especiales, a la luz de la actuales circunstancias
sociopolíticas. Veamos.
En primer lugar, Extremadura debería (¿debería
o debiera?) ser considerada, en la primera modificación constitucional, como “nacionalidad
histórica”, y no como una simple región: ¿acaso no son suficientes 66.700 años
de extremeñidad? (El señor Rodríguez Ibarra, visionario de la cosa, se inventó
la “Ley de la Extremeñidad”, que tanto bien y prosperidad ha proporcionado a
nuestra tierra: la autovía Cáceres-Badajoz, sin ir más lejos.) Que uno sepa, ni
en Vasconia ni en Cataluña, que sí fueron considerados territorios históricos,
hay restos antropológicos que se aproximen a tan desmesurada datación
científica.
En segundo lugar, si España acaba siendo una
Monarquía Federal (camino llevamos, gracias a Pedro Pablo Sánchez Iglesias,
ustedes me entienden), ya no resultaría tan extraño que nuestra región fuese un
Estado hecho y derecho, integrante, como uno más, de la “Federación de Estados
Españoles”. Presidente ya tenemos, que de eso se han encargado los medios de
comunicación: el que antes se llamaba presidente de la Junta de Extremadura, sin
dejar de serlo, ahora es el presidente de Extremadura, sin anestesia ni nada.
Asimismo, esos 66.700 años, una vez que
calasen en nuestro inconsciente colectivo, nos vendrían muy bien para
despojarnos del ancestral complejo de inferioridad que nos habita, y muy al
contrario, nos ayudarían a sacar pecho en/por toda la “Federación”, que así
sería nombrada lo que se ha venido llamando España en los últimos siglos, dando
así satisfacción a los que dicha palabra les resulta impronunciable: “Yo no
puedo decir España”, declaró una vez el próximo vicepresidente ¡del gobierno de
España!, Pablo Iglesias. (El pobre de Julio Anguita -“será muy honrao…y pico de
oro, pero desfasao”, le canta Sabina-, dijo siempre Estado Español,
convirtiéndose así en el prototipo de la “izquierda boba”, que llama Alfonso
Guerra: vaya papelón que estáis haciendo los ‘viejos’ socialistas: yo en tu
lugar no andaría saliendo de casa: me daría mucha vergüenza.)
“Los primeros pobladores de Extremadura”, en
fin.