Nada, que este año nos ha tocado la ‘v’. Estamos en el veinte-veinte, año de la eclosión de maldito virus, que ha convulsionado la vida del planeta todo, y que se está llevando por delante incontables vidas, mayormente de los viejos, y cuyo remedio definitivo vendrá de la mano de otra v: las venideras/venturosas vacunas, que como se puede ver, van saliendo en tropel. No creo que discutan ustedes que éste no es el año de la uve.
Jamás en la historia de la ciencia se hizo tanto en tan poco tiempo, sí, por lo que a no tardar muchas semanas, habrá vacunas para todos, voluntaria, claro, y yo seré el primero en poner ambos brazos, tan viva es (Julián Marías) mi confianza en la investigación virológica: cuando fuera médico de la prisión de los jóvenes, varias glaciaciones ha, antes que los internos, también llamados presos, el primero en ser vacunado de la hepatitis B, la que fuera hecha por reconvinación genética, fue este servidor.
Pues bien, hastiado de tanto virus en los medios de comunicación (supongo que ustedes también), así como de tanta vigilancia perimetral, de tantos enfermos ingresados, de tantos enfermos en la IVIs, decido escribir sobre otra cosa, y mira por dónde me sale otra v: “La Voz”.
Ustedes conocen mi pasión por la buena música, (a mi edad, dos años menos que Sabina, estoy aprendiendo a tocar el piano), de tal manera que si ustedes me ven viendo la tele es que estoy viendo “La Voz”, o en su caso un documental, o bien una película de Berlanga. O “The Crown”, esa maravilla elevada a la perfección. Lo demás es desolación/degradación, y no exagero si digo que hay programas que son una humillación para el género humano: con el tiempo, se llegará a la conclusión de que la televisión fue una de las causas fundamentales de la vuelta de la especie a Atapuerca. El que viva lo ha de ver. Total, que después de tan largo preámbulo, de milagro no me quedo sin “Voz”.
“La Voz” en fin, es un programa delicioso, sí. Como todo en esta vida: por la categoría de sus intervinientes. Aparte la bellísima delgadez de Eva González (no le vendría mal media kilito más), no podían haber elegido un elenco de ‘couches’ (así se llaman, qué se le va a hacer) más formidable. El talento de Alejandro Sanz (Alejandro es mucho Alejandro), la espontánea simpatía/empatía de Pablo López, la listísima picardía/alegría de Laura Pausini, la bonhomía de Antonio Orozco, cuyo corazón le ocupa todo el pecho; entre los cuatro, decía, forman un grupo extraordinario. El respeto, el cariño, y la educación con que tratan a los concursantes no pueden ser más exquisitos.
Y hablando de concursantes: dentro de una muy digna calidad general, alguno hay de una categoría absolutamente excepcional.
Me lo dijo mi dilecto amigo, Manuel Encinas, más de cuatro décadas ya: “Abre la consulta”. Y como el consejo venía de una persona que tenía muchos dedos mentales de frente, abrí la consulta. Total, que toda la vida he trabajado para la seguridad social y para MUFACE, el funcionariado, mayormente de la docencia. Incluso me dio tiempo de ser médico de la institución penitenciaria, diez años. O sea, que conozco el paño como el primero. Por eso, cuando el otro día leí que la ministra de sanidad mostraba su decepción por la continuidad de MUFACE, me dije para mí: “Esta mujer no sabe lo que dice”. Nadie discute que el sistema nacional de salud, la seguridad social de toda la vida, es de lo mejorcito que hay por esos mundos de Dios: gracias al sistema MIR, claro, que no es otro el secreto. Pero no es menos cierto que, teniendo como tiene el funcionariado la posibilidad de elegir entre el sistema nacional y el de MUFACE, al iniciar su andadura profesional, y una vez al año para cambiars...