“Tenemos que proteger el euskera, porque si no lo hacemos, se perdería un tesoro ancestral de la historia de nuestro pueblo”. No sé cómo se dio maña, pero así terminó su intervención, Pedro Miguel Etxenike, discurso inaugural del congreso de médicos de Atención Primaria, Bilbao. Aquella fue la más extraordinaria conferencia, sí, que he presenciado en mi vida: una cosa digna de Carl Sagan. No en vano el conferenciante está en posesión, amén de un interminable rosario de reconocimientos del orbe todo, del premio Max Planck (el Cela de la Física) y del Príncipe de Asturias de Investigación. Pedro Miguel es profesor de Física en la universidad del País Vasco.
“Tenemos que proteger el euskera…” Nunca había uno escuchado una defensa tan sensata, tan oportuna, tan lógica, tan serena, tan ‘pacífica’ del viejísimo euskera, presentes varios miles de médicos de toda España, luego de una deslumbrante intervención, en el más puro castellano. Aquello fue el alegato más perfecto acerca de la coexistencia/convivencia de dos lenguas: una valiosa joya a conservar, y un imparable/impagable tesoro constelado de rutilantes diamantes (dejo a criterio del lector la nómina de grandes escritores en español).
Pues bien, de aquí a pocos años, se acabó lo que se daba. La defensa del euskera, “Congreso Interestatal de Atención Primaria” se llamará, la hará un brillante conferenciante, pero en inglés, lengua en la que habrá dictado la conferencia. ¿Que no? En un futuro no muy lejano, un profesor del País Vasco (o de Cataluña) no tendrá suficientes conocimientos del español como para impartir una conferencia científica. ¿Que cómo es eso posible? Muy sencillo: porque, uno de estos días, el castellano dejará de ser usado en las aulas de las comunidades que tengan un idioma autóctono. De un plumazo. Ni en el recreo se hablará español.
Siendo penoso lo dicho, a mí lo que más me duele es que, por culpa de unos políticos ayunos de la mínima cordura, los niños de los territorios ‘damnificados’ no puedan leer en español “Platero y yo”, milagro en prosa de un poeta único, cuya relectura me devuelve en oro toda mi infancia. Y que los adultos tengan que leer traducido que “Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos”. O que “Puedo escribir los versos más tristes esta noche”. O lo de aquel ‘facha’ que murió en la cárcel: “A las aladas almas de las flores, del almendro de nata te requiero”. En fin.
A propósito de almas. Malas lenguas dicen que este gobierno ha vendido su alma al diablo. Y es mentira (a por ellos, Iván). Nadie vende lo que no tiene. El asunto es mucho más grave. Con la supresión del castellano en aquellas aulas, ha vendido algo que no es de su propiedad. Ha vendido el alma de España.
Me lo dijo mi dilecto amigo, Manuel Encinas, más de cuatro décadas ya: “Abre la consulta”. Y como el consejo venía de una persona que tenía muchos dedos mentales de frente, abrí la consulta. Total, que toda la vida he trabajado para la seguridad social y para MUFACE, el funcionariado, mayormente de la docencia. Incluso me dio tiempo de ser médico de la institución penitenciaria, diez años. O sea, que conozco el paño como el primero. Por eso, cuando el otro día leí que la ministra de sanidad mostraba su decepción por la continuidad de MUFACE, me dije para mí: “Esta mujer no sabe lo que dice”. Nadie discute que el sistema nacional de salud, la seguridad social de toda la vida, es de lo mejorcito que hay por esos mundos de Dios: gracias al sistema MIR, claro, que no es otro el secreto. Pero no es menos cierto que, teniendo como tiene el funcionariado la posibilidad de elegir entre el sistema nacional y el de MUFACE, al iniciar su andadura profesional, y una vez al año para cambiars...