Me estoy imaginando a la viuda de un guardia civil asesinado por la eta, ante la tumba de su marido: “Prudencio, no sabes lo contentos que estamos. Ha dicho Otegui que sienten nuestro dolor. Que lo de la eta nunca tenía que haberse producido y que tenían que haber acabado antes”. Estoy oyendo, asimismo, la respuesta del difunto desde el más allá: “Y eso de qué sirve, si no puedo salir. Aquí querría yo ver a ese HDP (Hombre De Paz)”. Perdonen ustedes el tono sarcástico, pero es que no puedo por menos que usarlo.
En verdad, en verdad les digo que nunca me pude imaginar que Arnaldo Otegui, terrorista jefe de terroristas, llegaría a decir alguna vez lo que ha dicho: que sienten el dolor provocado. Y voy yo y me lo creo. Por eso no entiendo la polémica, absurda, estéril, estúpida, que han montado al respecto ciertos políticos y algunos periodistas (los de siempre), porque no ha pronunciado la palabra perdón. Como si eso pudiese arreglar algo. Sería, en cualquier caso, un perdón ‘institucional’, o sea, artificial, y eso no es perdón ni es na. ¿Ustedes creen que sería un perdón sincero, sentido, dolorido? Vamos anda. Otra cosa sería que el criminal de turno (la palabra asesino ha perdido fuerza por el uso) se dirigiese a la familia del muerto y lo hiciese a título personal. Pero eso jamás se va a producir. Los presos y los excarcelados siguen en manos de la dirección de la banda y la banda ha decidido que con lo dicho es suficiente. En el caso de que alguno pidiese perdón por su cuenta, ¿con qué cara se presentaría al homenaje que los etarras ‘civiles’ les brindan una vez excarcelados? Me entienden, ¿verdad? Por otra parte, ¿ustedes creen que un tío que fue capaz en su día de matar a sangre fría, puede sentir algún remordimiento? Para esos individuos, la víctima nunca fue una persona, fue una cosa a eliminar, en busca de una causa sublime: la independencia del País Vasco (no escribo Euskadi ni Euskal Herria porque, como a ellos el perdón, no me sale). Seguro estoy de que, ni leyéndoles los nombres y las edades de los veintitantos niños, cuyas vidas fueron segadas en flor en aras de su gloriosa ‘lucha armada’, sentirían las más mínima conmiseración (escalofríos produce el testimonio que circula por ahí, de una madre “huérfana de hija” de seis años, que dijera Luis Rosales).
En fin, que para este particular, la declaración, lo que se dice declaración, fue la que hizo la banda criminal hace diez años: “Desde hoy, dejamos de matar”. Lo del perdón, además de ‘artificial’, sería una cosa venenosa: por su alto contenido en cinismo.
¿Pero es que no nos va usted a decir nada sobre el ‘rastas’ que pateó a un policía? Sí, claro: ¿ustedes creen que si se hubiese tratado de un diputado de las derechas, habrían tardado tanto en echarlo del Congreso, como reza la sentencia? Anda ya.
Me lo dijo mi dilecto amigo, Manuel Encinas, más de cuatro décadas ya: “Abre la consulta”. Y como el consejo venía de una persona que tenía muchos dedos mentales de frente, abrí la consulta. Total, que toda la vida he trabajado para la seguridad social y para MUFACE, el funcionariado, mayormente de la docencia. Incluso me dio tiempo de ser médico de la institución penitenciaria, diez años. O sea, que conozco el paño como el primero. Por eso, cuando el otro día leí que la ministra de sanidad mostraba su decepción por la continuidad de MUFACE, me dije para mí: “Esta mujer no sabe lo que dice”. Nadie discute que el sistema nacional de salud, la seguridad social de toda la vida, es de lo mejorcito que hay por esos mundos de Dios: gracias al sistema MIR, claro, que no es otro el secreto. Pero no es menos cierto que, teniendo como tiene el funcionariado la posibilidad de elegir entre el sistema nacional y el de MUFACE, al iniciar su andadura profesional, y una vez al año para cambiars...