VIENE EL DOCTOR CAVADAS
Agapito Gómez de la Villa
El ‘milagroso’ doctor Cavadas, fautor de cirugías imposibles (treinta matrículas de honor no se obtienen en balde), viene a Cáceres a impartir doctrina microquirúrgica. ¿En qué templo? Dónde va a ser. En el Centro de Cirugía de Mínima Invasión (CCMI), la joya de la corona del reino de Extremadura. Nunca me cansaré de loar a su creador, el profesor Usón (no tengo el gusto), y ya de camino a Juan Carlos Rodríguez Ibarra, sin cuyo impulso, decisivo, determinante, no se habría producido el milagro (al final, tendré que perdonarlo por no haber hecho la autovía Cáceres-Badajoz cuando mandaba de lo lindo: “Ése sí que manda”, me dijo una tarde paseada, Antonio Vázquez, mi dilecto amigo muerto).
Muchacho de pueblo que siempre ha sido uno, no saben ustedes el orgullo que sentí aquella vez que en Praga (médicos reunidos), me dijera un cirujano de Madrid que él viajaba con cierta frecuencia a Cáceres: al CCMI. De Madrid a Cáceres, lo más parecido a “de Madrid al Cielo” (Cáceres no es el Cielo, pero cerca le ha de andar).
Sí, ya sé que mantener semejante monumento en óptimo rendimiento, cuesta mucho emolumento (gracias sean dadas a la difunta Caja de Extremadura y al hombre que la dirigiese casi un siglo). Lo que quiero decir es que, secas aquellas ubres nutricias, sería un error ‘monumental’ que nuestra joya más rutilante perdiera su fulgor por falta de energía presupuestaria, no sé si me entiende usted, señor Ibarra, perdón, señor Vara (si es necesario, se crea un impuesto especial: ahí van mis cien euros). ¿Alguna duda? Pasemos entonces al punto siguiente: mi otra amada joya, la Universidad de Extremadura, o sea.
El otro día, el presidente del Consejo Social de la UEx, el villanovense Antonio Huertas (salúdame a Ángela), presidente a la sazón de Mapfre, propuso, entre otras medidas dinamizadoras de la institución, la creación de un jornal para los estudiantes en prácticas: último curso y recién licenciados. La intención no es otra que incentivar al alumnado. Perfecto. Y aquí viene mi pregunta: ¿no sería convenientemente, asimismo, incentivar al profesorado? Lo digo más que nada por esto: “Nos falta ser competitivos en talento y eso se llama Universidad de Extremadura” (Vara). “Queremos atraer talento y empresas” (Huertas). Señores: ¿se ratifican ustedes en sus declaraciones? Bien. Ahora me toca a mí. Lo primero sería romper la endogamia que tanto daño hace en todos los órdenes de la vida; y la universidad no iba a ser la excepción, claro es. Qué hacer, pues. De entrada, fichar a un Mbappeé por cada equipo, perdón, por cada Facultad. ¿Que no? Hay precedentes relevantes. ¿Vino, acaso, por la cara el profesor Senabre? (El incentivo económico para los profesores que viniesen de fuera, tal que se hiciera en tiempos con los maestros de Las Hurdes, las Canarias y Norte de África, queda descartado: por franquista.) Señores Vara y Huertas: ¿qué tal una “cerebrópolis” al modo de la Ciudad Universitaria de Madrid? Algo habrá que hacer. Digo yo.
Me lo dijo mi dilecto amigo, Manuel Encinas, más de cuatro décadas ya: “Abre la consulta”. Y como el consejo venía de una persona que tenía muchos dedos mentales de frente, abrí la consulta. Total, que toda la vida he trabajado para la seguridad social y para MUFACE, el funcionariado, mayormente de la docencia. Incluso me dio tiempo de ser médico de la institución penitenciaria, diez años. O sea, que conozco el paño como el primero. Por eso, cuando el otro día leí que la ministra de sanidad mostraba su decepción por la continuidad de MUFACE, me dije para mí: “Esta mujer no sabe lo que dice”. Nadie discute que el sistema nacional de salud, la seguridad social de toda la vida, es de lo mejorcito que hay por esos mundos de Dios: gracias al sistema MIR, claro, que no es otro el secreto. Pero no es menos cierto que, teniendo como tiene el funcionariado la posibilidad de elegir entre el sistema nacional y el de MUFACE, al iniciar su andadura profesional, y una vez al año para cambiars...