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AQUELLOS PROFESORES ULCEROSOS

Vaya por delante que en el bachillerato, donde aprendí todo lo que sé, o casi, tuve varios profesores extraordinarios, insisto, extraordinarios. Pero no dejo de reconocer que, en cuanto a carácter, no eran excepcionales las caras ulcerosas, aquella cara que se les ponía a los que padecían del estómago, mayormente en primavera y otoño, épocas pre-omeprazol en las que la dolencia regresaba de forma inexorable. ¿Que a qué viene semejante introito? Ahora mismo se lo digo. Es que cada vez que sale a relucir Emilio del Río, complutense profesor de latín, se me vienen a la memoria aquellos profesores de antaño. De uno se decía que una vez se le vio sonriendo. Todo lo contrario que el Latinista Tuitero, o sea, Emilio del Río, al que no tengo el gusto de conocer personalmente, pero lo conozco perfectamente por sus intervenciones semanales en Rne, mañanas dominicales, “No es un día cualquiera”, programa dirigido por una muchacha muy lista llamada Pepa Fernández, cuyos colaboradores se caracterizan todos por ser gente de talento, de mucho talento: Emilio del Río, un suponer, el hombre que es capaz de convertir el latín en una lengua ‘viva’. ¿Y cómo se puede hacer eso? Muy sencillo: metiéndole a la cosa todo el buen humor del mundo, práctica que dista mucho de ser nueva, pues que fuera inventada siglos ha: “Docere delectando”, expresión que no necesita traducción. Ni que decir tiene que el profesor Del Río parte de unos conocimientos superlativos sobre la materia, así como de unas dotes didácticas excepcionales. Mas no sólo lo hace con el latín: ya puestos, hace lo propio con la cultura grecolatina, que nos la sirve masticada: “Pequeña historia de la mitología clásica”, su última publicación. Y yo me pregunto: ¿tan difícil sería llevar a las aulas el “Enseñar divirtiendo”? No creo. “No hay cognición sin emoción” es una memorable frase de cuyo autor no puedo acordarme, pero sí recuerdo al que dijo esto otro, tan parecido: “Sin emoción no hay curiosidad, no hay atención, no hay aprendizaje, no hay memoria”: el profesor Francisco Mora, doctor en neurociencia, del que sí tengo el gusto, El Escorial, Cursos de Verano. La emoción puede ser positiva o negativa (la neutra, que es la predominante en la actualidad, ni es emoción ni es na). Por eso se me ocurre proponer que, periclitada aquella brutalidad, “la letra con sangre entra”, ¿tan difícil sería, ahora que gracias al omeprazol las úlceras están calmadas, resucitar el “Docere delectando? El cambio sería espectacular, seguro estoy. Por cierto, la desaparición del latín de casi todos los planes de estudio, me parece un pecado de lesa humanidad. Y no digamos la supresión de la liturgia en dicha lengua, salvo alguna excepción. Desde entonces, no hay manera de llegar al cielo sin pasar unos cuantos meses en el purgatorio. La liturgia debe tener su liturgia, y el latín era parte imprescindible de ella. Post scriptum: el que quiera saber algo sobre Pedro Sánchez, sólo tiene que decírmelo.

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