Lo del 2 es porque hace veinte años publiqué una columna con el mismo título, en el que decía que los del País Vasco eran los manifestantes mejor alimentados del planeta. El qué ‘quedrán’ lo dijo El Guerra, el torero, una tarde de bronca y almohadillas volanderas. A lo que vamos.
Hoy, “las tormentas son tan breves” (Sabina, ese genio sin el Princesa de Asturias), las tormentas informativas, quiero decir, que ya, al cabo de una simple semana, casi nadie se acuerda del discurso navideño del marido de doña Letizia, en el que defendió con ahínco la Constitución como única garantía de convivencia racional/nacional. Ahí lo quería yo ver a usted, majestad: la llamada Carta Magna es la causante de la convulsa situación actual, sí, pues que en sus entrañas lleva una ley nefasta, infausta, infame, funesta, infumable, intragable, indigerible, detestable, deleznable, la Ley Electoral, debido a la cual, los españoles, ya de entrada, no somos iguales ante la ley (a ver quién es el guapo que es capaz de llevarme la contraria). ¿Por qué el voto de un nacionalista tiene que valer diez veces más que el mío?
Pero yo no quería hablarles del discurso real propiamente, sino de la catarata de críticas, de otro tenor que la mía, claro, que la alocución de don Felipe provocó en los que quieren cargarse el sistema: que si fue decepcionante, que si fue un discurso nacionalista español, que si éste será el último rey, y por ahí seguido. Vamos, que hoy el que no se mete con la corona es un ‘pringao’.
Vaya por delante que yo no he pretendido arremeter contra la Jefatura del Estado, aunque a mí con la monarquía me pasa como a Pérez-Reverte (los dos somos del 51, algo tendrá que ver): que soy más bien republicano. (Eso de que ninguno de mis nietos pueda ser rey, no me gusta nada.) Soy republicano porque de toda la vida los Borbones me han parecido unos niños malcriados. Nunca los he podido tragar: ni a don Juan Carlos siquiera, a pesar de su magna labor en la Santa Transición. Ese vicio que cogió por el dinero, seguido de aquellas bochornosas defraudaciones a Hacienda (lo de las ‘tías’, allá él), han propiciado que lo vea como un hombre que no está bien de la chinostra (de la reina emérita, ni hablo: que le pregunten a José María Íñigo, q.e.p.d., cómo acabó aquella entrevista). Sin embargo, toda regla tiene su excepción: don Felipe de Borbón y Grecia.
Don Felipe me parece una persona tan honrada, tan equilibrada, tan respetuosa, tan educada, tan firme, tan paciente, tan buen padre, tan etcétera, que no me duelen prendas en decir que, hoy por hoy, me parece el mejor Jefe de Estado posible. Y encima va y se casa con una mujer de clase media. De ahí el título de este escrito: ¿qué ‘quedrán’ los que quieren cargárselo?
Miedo me da pensar que alguno de los genios que nos gobiernan, pudiera ser presidente de la República. Salvo Yolanda Díaz (que nadie me la toque).
Me lo dijo mi dilecto amigo, Manuel Encinas, más de cuatro décadas ya: “Abre la consulta”. Y como el consejo venía de una persona que tenía muchos dedos mentales de frente, abrí la consulta. Total, que toda la vida he trabajado para la seguridad social y para MUFACE, el funcionariado, mayormente de la docencia. Incluso me dio tiempo de ser médico de la institución penitenciaria, diez años. O sea, que conozco el paño como el primero. Por eso, cuando el otro día leí que la ministra de sanidad mostraba su decepción por la continuidad de MUFACE, me dije para mí: “Esta mujer no sabe lo que dice”. Nadie discute que el sistema nacional de salud, la seguridad social de toda la vida, es de lo mejorcito que hay por esos mundos de Dios: gracias al sistema MIR, claro, que no es otro el secreto. Pero no es menos cierto que, teniendo como tiene el funcionariado la posibilidad de elegir entre el sistema nacional y el de MUFACE, al iniciar su andadura profesional, y una vez al año para cambiars...