Hasta hoy, siempre me cayó muy bien Isabel Díaz Ayuso, mujer que con sólo cuatro ideas, sólo cuatro, a modo de las cuadernas de un barco, ha conseguido erigirse en la virreina de Madrid-Comunidad, dejando tirados por los caminos a todos sus contrincantes, Pablo Iglesias incluido, que se ha tenido que meter a tabernero. Cuatro ideas que le sirven asimismo para zaherir a sus adversarios en cualquier debate político, así le llamen ‘pringuezorra’, expresión que se usa en mi pueblo y que significa eso exactamente. Cuatro ideas, ya digo, una de las cuales consiste en dejar en paz al personal con sus iniciativas, que lo contrario es considerar tontos a los ciudadanos, que necesitan por tal la tutela permanente de los políticos, esos iluminados “personajes de tercera”: a mí que me registren, lo dijo Cela, ese genio.
Hasta hoy, les decía. En efecto, hasta el día en que me enteré de que tiene un novio con Maserati. Por ahí no paso. He dicho novio y he dicho bien ¡Qué coño es eso de llamarle “la pareja” de Ayuso! El pareja, en cualquier caso. ¿No estamos, acaso, en la aborrecible/abominable hora del lenguaje inclusivo? “Soy el pareja de Marimar; que vengo a por unas recetas”, me dijera un día cierto joven. ¡El pareja!, con un par.
A lo que íbamos: el pareja de Ayuso tiene un Maserati, que es el coche de los horteras (mi amigo Manuel Campillo los llama coches absurdos, a ése y a todos los de su especie: por lo inservibles). Todos los individuos que conozco con Maserati son unos horteras de bolera. ¿A que no saben ustedes cuántos Maseratis, o carros similares, llegó a tener Samuel Eto’o, aquel futbolista del Barça? Cincuenta, se lo juro. ¿A que no saben cuántos tiene Cristiano? Más o menos como Samuel. Y así podríamos seguir hasta bien avanzada la madrugada. Todos los futbolistas multimillonarios acaban incurriendo en el Maserati. Y no me digan ustedes que los futbolistas son un dechado de elegancia social. ¿O sí? Vamos anda. ¿Cuántos abogados celebérrimos, arquitectos e ingenieros de renombre, médicos prestigiosos, escritores de éxito,… conocen ustedes con un Maserati? Yo, ninguno. He ahí la demostración de lo que quiero decirles, la ‘maserática’ horterez y todo eso.
Total, que se me ha caído la figura de Isabel D. Ayuso, y no porque su novio tenga o deje de tener problemas con Hacienda, algo que tendrán que dirimir los tribunales. La creía de corazón más exigente. Nunca hubiera uno pensado que Isabel pudiera unirse a un señor que conduce un buga semejante, horror.
Ah, Isabel: si me hubieses consultado, te habrías ahorrado no sólo una ruptura sentimental (cuatro días te va a durar), sino, lo que es más importante, la oposición no te hubiese montado el pollo que te ha montado, para tapar lo que todo el mundo sabe, y para más inri, por un problema acaecido con anterioridad a que el del Maserati se convirtiese en el pareja de Ayuso, ay.
Me lo dijo mi dilecto amigo, Manuel Encinas, más de cuatro décadas ya: “Abre la consulta”. Y como el consejo venía de una persona que tenía muchos dedos mentales de frente, abrí la consulta. Total, que toda la vida he trabajado para la seguridad social y para MUFACE, el funcionariado, mayormente de la docencia. Incluso me dio tiempo de ser médico de la institución penitenciaria, diez años. O sea, que conozco el paño como el primero. Por eso, cuando el otro día leí que la ministra de sanidad mostraba su decepción por la continuidad de MUFACE, me dije para mí: “Esta mujer no sabe lo que dice”. Nadie discute que el sistema nacional de salud, la seguridad social de toda la vida, es de lo mejorcito que hay por esos mundos de Dios: gracias al sistema MIR, claro, que no es otro el secreto. Pero no es menos cierto que, teniendo como tiene el funcionariado la posibilidad de elegir entre el sistema nacional y el de MUFACE, al iniciar su andadura profesional, y una vez al año para cambiars...