Tenía yo pensado dedicar este artículo en exclusiva a ‘mi’ premio Planeta, el del año que viene, claro; pero visto lo acontecido el jueves en el Senado, el interrogatorio a Sánchez y todo eso, no tengo más remedio que dedicarle unas líneas al evento. “Esto es un circo”, dijo el presidente del gobierno sobre la Cámara Alta, ¿alta? Ustedes recordarán que en más de una ocasión me he referido a la misma como una institución inservible, que, para más inri, nos cuesta 5.000 millones al año: 5.000 millones tirados a la calle, que diría mi madre. Bueno, más que a la calle, para pagar un buen jornal a los cientos de prosélitos de segunda línea: los que no tienen cabida en el Congreso. ¿Que no? Pregúntenle a cualquiera de ellos qué prefiere, Congreso o Senado. “Ni con mayoría absoluta de la oposición, vale para mojarle la oreja a Sánchez”, escribí no ha muchos días, antes de saber que el presidente, ¡madre mía que estás en el cielo!, sería llamado a declarar.
Lo cual que me ha gustado mucho coincidir sobre el particular con Pedro Sánchez, personaje singular, paradigma de ética y de moral, en cuya cabeza no caben ni el engaño, ni la mentira. Un circo le llamó, ya digo, en respuesta a cualquiera de los senadores que le interrogasen. Ah, el senador Gordillo: tantas ansias tenía de marcarle un gol a Sánchez, que se hizo un lío con el balón en los pies y, a portería vacía, disparó a la derecha del poste derecho. Una lástima. El portero se le fue vivo.
El señor Alfonsín, don Jaime, que fuera durante décadas servidor de la Casa Real (perdón, de Casa Real, que dicen ciertos periodistas para hacerse los modernos, pandilla de analfabetos), les decía que el otro día, el señor Alfonsín le dijo a don Felipe que había que modificar la Constitución para fortalecer las Instituciones. ¡Adelante con los faroles! Ya puestos, aprovechemos la ocasión para suprimir lo que no sirve: el Senado. Les recuerdo que hay sistemas parlamentarios monocamerales que funcionan tan ricamente. Eso sí, que nadie me toque los parlamentos autonómicos: qué sería de nosotros sin esos diecisiete templos (más Ceuta y Melilla) de las artes y las ciencias legislativas.
Total, que por culpa del circo, perdón, del Senado (se me va la olla detrás de Pedro Sánchez, ustedes perdonen), me he quedado sin espacio para el primum movens del día de hoy: mi novela al próximo Planeta.
Les voy a ser muy claro. Me he animado a escribir la novela cuando me he enterado de que el ganador de la presente edición, el marido de la impar Nuria Roca, qué barbaridad, trabajó dos años en la albañilería. ¡Esta es la mía!, me dije. Yo no trabajé dos años en al andamio: anduve en la peona dos inacabables veranos de cuando el bachillerato (mando historia de vida laboral al periódico). Asímismo, trabajé siete veranos de camarero, los fines de semana. Así que váyase lo uno por lo otro.
Ahí queda eso.
Me lo dijo mi dilecto amigo, Manuel Encinas, más de cuatro décadas ya: “Abre la consulta”. Y como el consejo venía de una persona que tenía muchos dedos mentales de frente, abrí la consulta. Total, que toda la vida he trabajado para la seguridad social y para MUFACE, el funcionariado, mayormente de la docencia. Incluso me dio tiempo de ser médico de la institución penitenciaria, diez años. O sea, que conozco el paño como el primero. Por eso, cuando el otro día leí que la ministra de sanidad mostraba su decepción por la continuidad de MUFACE, me dije para mí: “Esta mujer no sabe lo que dice”. Nadie discute que el sistema nacional de salud, la seguridad social de toda la vida, es de lo mejorcito que hay por esos mundos de Dios: gracias al sistema MIR, claro, que no es otro el secreto. Pero no es menos cierto que, teniendo como tiene el funcionariado la posibilidad de elegir entre el sistema nacional y el de MUFACE, al iniciar su andadura profesional, y una vez al año para cambiars...