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SAN PABLO Y LOS ÁBALOS

Se preguntaba el otro día en estas páginas mi amigo Salvador Calvo, con una brizna de indignación unamuniana: “¿Yo tengo la culpa de que haya bandidos que frecuentan meretrices con dinero público y se dan hartazgos de gambas y langostinos?”. Amigo Salva, no hay culpa que valga: “El que sirve al altar, vive del altar”. Me lo dijo más de una vez mi dilecto maestro de humanidades, don Víctor Gerardo, paciente mío que fuera en su madurez -inmenso honor-, cuando yo le decía que, en el ejercicio médico, el dinero no fue nunca mi primum movens, la verdad. Don Víctor Gerardo no hacía otra cosa que expresar, de modo resumido, lo que dice San Pablo -el gran artífice de la expansión del cristianismo, dicho sea de paso-, en una de las muchas cosas que escribiera, que es que no paraba el hombre: “¿No sabéis que los que ofician en el templo comen del templo, y los que sirven al altar participan del altar?” (Corintios 19,3). Ahí lo tienes amigo Salva. No hay, pues, indignación que valga. Ni bandidos. Ábalos y sus muchachos, de formación judeocristiana como tú y como yo, mientras estuvieran al servicio del templo monclovita, no hicieron otra cosa que seguir lo dicho por San Pablo. Sumos sacerdotes que eran del sanchismo (el sanchismo es ya una secta religiosa), cuando tuvieran necesidad de hacer uso del matrimonio (ustedes me entienden), no sólo elegían lo mejorcito del catálogo (alguna Jéssica que otra), sino que, siguiendo al santo de Tarso, pagaban con dinero del templo, que se lo entregaba Óscar López en sobres de trescientos, que para esos y otros menesteres sacaron del banco un millón de euros. ¿Me entiendes, amigo Salvador? ¿Han vuelto, acaso, a pagar sus polvorientos encuentros, una vez que han dejado de servir al altar? Ni hablar, que por algo son gente honrada a carta cabal. Ahora los pagan de su bolsillo, claro. Como está mandado. Respecto de las gambas y langostinos, tres cuartos de lo mismo. ¿Qué querías, que calentaran en el microondas una lata de ‘Litoral’, como hago yo cuando estoy solo? Vamos, anda. Elegían el mejor restaurante y, como es lógico y natural, tal que hicieran con el catálogo de señoras, pedirían lo más suculento de la carta, incluidos los mejores caldos (vinos en cristiano). Y a la hora de pagar, como servidores del templo que eran, sacarían el sobre y pagarían con el dinero de Óscar López, que para la ocasión llevaban en el bolsillo. Amigo Salvador, yo comprendo que tú, como persona joven e impetuosa que eres, te indignes por estos procederes. Pero como creo haberte demostrado, no hay razón para ello, que para eso está San Pablo y estuvieron los corintios (no confundir con los corianos, nobles ciudadanos). Post scriptum: habrán observado ustedes el inmenso clamor que hay en la calle a causa de la prolongada gobernanza sanchista sin presupuestos Y, asimismo, la indignación popular por la supuesta financiación ilegal del partido socialista. ¡Ah, la prensa y su inmenso poder!

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