Ay, Isabelita: a quién se le ocurre echarse un novio sin preguntarle antes si tenía algún problema con Hacienda. Eso es lo primero que se pregunta, mujer. Ya has visto las consecuencias: sin comerlo ni beberlo, te han caído encima todos los cascotes fiscales de tu Alberto. A mí, mi novia, fue lo primero que me preguntó cuando la pretendí. “Pues como no me queden embarazado!”, le contesté. Y me lo preguntó sabiendo que yo era un simple estudiante del frío salmantino, ¡que frío hacía por entonces!, sustentado por una bendita beca-salario.
Tú, como jefa de la comunidad autónoma más importante de España, tendrías que haber sospechado que tus adversarios -¿enemigos?- te están buscando las cosquillas a todas horas. ¿O no? Al grano.
He escuchado esta mañana en la radio a uno de esos contertulios que saben tanto (“Qué miedo saber tanto”, decía Hilario López Millán, aquel colaborador del gran Luis del Olmo), que por culpa del lío de tu novio, lo del Fiscal General del Estado y todo eso (al final se va a ir de rositas), los socialistas os han ganado el relato. ¿Que qué es eso del relato? Y yo qué se. El caso es que lo dicen a todas horas. Relato va, relato viene. La cogen con una expresión y no la sueltan hasta que no la tienen manoseada hasta la náusea. ¿Te acuerdas del “manejo de los tiempos”, que tanto se decía en tiempos de Mariano? “Fulanito maneja muy bien los tiempos”. ¡Tu tía la del pueblo! Total, que estoy de relatos hasta la coronilla. Y todo por culpa de tu novio. Y tuya, claro.
Pero no queda ahí la cosa. A causa de lo de tu chico, también se ha montado el pollo incluso en la cosa del lenguaje. En efecto. Los que se refieren a Alberto como el “novio de Ayuso”, lo tienen resuelto. Pero los que quieren hacerse los modernos, manada de majaderos inmaduros que son, a tu chico le llaman ‘pareja’, lo habrás podido escuchar. “La pareja de Ayuso”, dicen. Como si tú estuvieses casada con dos personas. ¿No está, acaso, integrada por dos ‘números’, la pareja por antonomasia, la de la guardia civil? Sí, ya sé que, en vuestro caso, con ‘pareja’ quieren referirse a una sola persona. Pero resulta que al poner delante el artículo ‘la’, la vuelven a liar. Cualquiera que no esté en el ajo pensará que tienes una novia en lugar de un novio. ¿O no?
Al final, va a tener razón el mozo que, hará sus buenos años, me llamó a la consulta: “Soy el pareja de Beltranita”. Aquella expresión, al ser la primera vez que la escuchaba, se me quedó como esculpida, excepcional innovación que era. Tan es así, que lo he contado en innúmeras ocasiones. Pues bien, quién me iba a decir a mí, Isabelita, hija, que la solución al desaguisado lingüístico-mediático de tu novio estaría en aquel lejano anochecer: “¡Soy el pareja de etc.!”.
¡Mira que no preguntarle lo de Hacienda!
Me lo dijo mi dilecto amigo, Manuel Encinas, más de cuatro décadas ya: “Abre la consulta”. Y como el consejo venía de una persona que tenía muchos dedos mentales de frente, abrí la consulta. Total, que toda la vida he trabajado para la seguridad social y para MUFACE, el funcionariado, mayormente de la docencia. Incluso me dio tiempo de ser médico de la institución penitenciaria, diez años. O sea, que conozco el paño como el primero. Por eso, cuando el otro día leí que la ministra de sanidad mostraba su decepción por la continuidad de MUFACE, me dije para mí: “Esta mujer no sabe lo que dice”. Nadie discute que el sistema nacional de salud, la seguridad social de toda la vida, es de lo mejorcito que hay por esos mundos de Dios: gracias al sistema MIR, claro, que no es otro el secreto. Pero no es menos cierto que, teniendo como tiene el funcionariado la posibilidad de elegir entre el sistema nacional y el de MUFACE, al iniciar su andadura profesional, y una vez al año para cambiars...