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UN JOVEN AFGANO (publicado el 29-8-21)

UN JOVEN AFGANO Agapito Gómez de la Villa Este escrito, bien podría haber principiado con lo de Terencio, uno que venía en la 'alineación' junto a Plauto, al menos en mi libro de historia: "Hombre soy, y nada de lo humano me es ajeno". Pero presiento que quedaría un poco forzado; no como a Unamuno, que le queda tan apropiado en el inicio "Del sentimiento trágico de la vida". Bueno, al grano. Cuando me hice un jovenzano, cada vez que echaban en la tele una película cómica y antigua, de cuando el blanco y negro, y veía la fecha del rodaje, entre 1936 y 1939, con tristeza y cierto enojo juvenil y utópico, me hacía siempre la misma reflexión: ¿cómo es posible que aquellos señores del cine viviesen aquel tiempo como si tal, mientras en España la gente era asesinada de modo alevoso, mayormente en la deleznable, deplorable, execrable, detestable, abominable retaguardia, en donde afloraron y se multiplicaron todos los odios. Serían cosas de muchacho, ya digo, pero la inercia de aquella pesadumbre me llegaría hasta la Olimpiada de Barcelona, 1992 (lo recordaba el otro día): cuando durante la fastuosa inauguración, me enterase de que justo en aquellos momentos, una ciudad no muy lejana, que años atrás fuese también olímpica, Sarajevo (Juegos de Invierno), estaba siendo salvajemente bombardeada, masacrada, derruida. A cuento de qué todo esto. Muy sencillo: porque, a sabiendas de que este escrito no saldrá de Extremadura, pero conociendo la que está cayendo en Afganistán, soy incapaz de dedicarle el escrito, un suponer, al asunto del que medio mundo vive pendiente, sí: el fichaje o no por el Real Madrid del astro francés, Kylian Mbappé. O, en su defecto, a la visita de Pedro Sánchez a Navalmoral, en la que habló de un tren que por lo visto corre mucho y que estará en funcionamiento ¡el año que viene!. Cualquiera de los dos asuntos habría resultado más lógico y cercano, claro. Pero es que lo de Afganistán, "ese fracaso", me tiene soliviantado, y no sólo por el impacto de la sangrienta masacre del otro día, sino por lo que se avecina: no le arriendo las ganancias a los afganos que, habiendo mostrado alguna proclividad hacia los invasores occidentales, no hayan podido escapar del infierno. Del nuevo/viejo ¿estatus? de la mujer, ni hablamos. Pero, ante todo y sobre todo, escribo estas líneas porque estoy seguro de que dentro de algunos años, cuando un niño afgano vea las imágenes de la presentación mundial, ojalá, de Mbappé con la camiseta del Real Madrid, se dirá con tristeza y con rabia lo mismo que yo me dijera ante las películas en blanco y negro: cómo es posible que el mundo viviera expectante aquel evento, mientras aquí se mataba a las personas como a ratas (no digamos si mataron a sus padres, tal que le había sucedido a la joven guía que nos llevase de Dubrovnik a Mostar). Para que ese niño no me reproche nada, he escrito estos renglones.

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