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LAS VACUNAS Y EL PALO AL AGUA (19-9-21)

LAS VACUNAS Y EL PALO AL AGUA Agapito Gómez de la Villa Dijo Pedro el Alto (nada que ver con Pedro el Grande) que en España se ha vacunado a todo el mundo sin preguntar a quién votan. Con un par. Lo cual que de repente pensé que habría sido más justo preguntar por el tiempo cotizado a la seguridad social (menores excluidos, claro), más que nada por ponerles la cara colorada a la legión de chiquilicuatros (chiquilicuatres en catalán, Esperanza) que viven del cuento, o sea, del bíblico sudor ajeno: ésos que nunca han dado un palo al agua, y encima, parásitos indecentes que son, se pasan la vida exigiendo. Y protestando de todo y por todo. Lo del palo al agua me lleva de inmediato al símil que se usa en física para explicar cómo se transmiten las ondas (electromagnéticas, sonoras, gravitatorias, etc), pero con una diferencia: en física se pone como ejemplo la piedra arrojada a un estanque. Para el caso que nos ocupa, sirve lo del palo perfectamente: si una persona no ha dado un palo al agua, su estanque permanecerá como un cristal; por contra, si ha trabajado como un afroamericano, las olas habrán provocado una tempestad. ¿Me van entendiendo, verdad? Ondas gravitatorias. Son las que se producen en las grandes convulsiones cósmicas: la colisión entre dos agujeros negros, un suponer, produce perturbaciones gravitatorias que se propagan por todo el universo. Einstein -qué cerebro, Dios mío-, que fue el que las descubrió en la pizarra, dijo que nunca se podría demostrar su existencia. Mas hete aquí que, un siglo más tarde, los físicos, sumos sacerdotes de los saberes de la existencia, sí, llevaron a cabo el milagro: el 14/9/2016, captaron las ondas emitidas por la fusión de dos agujeros negros, 1.300 millones de años atrás. A cuento de qué todo esto. Ahora mismo voy. Llevado por mi pasión por los conocimientos científicos, he tenido la suerte de hacer cierta amistad con un joven físico español del LIGO (Observatorio de Interferometría Láser de ondas Gravitatorias, Washington), al que, recién acabada la alocución de Sánchez, le hice esta propuesta: usando vuestra tecnología, ¿se podría averiguar si una persona ha dado o no un palo al agua? Por supuesto. Si fuimos capaces de atrapar la radiación cósmica de microondas, emitidas hace 13.720 millones de años, y hace cuatro días las ondas gravitatorias, cómo no vamos a captar las ondas provocadas por los palos al agua que ha dado un ser humano. Mándame nombres. Dicho y hecho. A la mañana siguiente, le envié nombres y apellidos de los miles de conciudadanos que se dedican a la actividad política (nacionales, autonómicos, municipales). El resultado no ha podido ser más demoledor. Increíble el número de los que no han dado un palo al agua jamás; y no menos numeroso, asimismo, el grupo de los que más parece que hubiesen golpeado el estanque con un junco. Por cierto, escasos son los palos que Pedro el Alto hubo dado antes de ser presidente. ¡Ahora, vas y preguntas!

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