MIENTRAS EL PAPA HABLABA
Agapito Gómez de la Villa
Hay artículos que necesitan un comienzo de altura, para ponerse al nivel del personaje en
cuestión, el Papa de Roma en la presente ocasión, que "Mientras hablaba, tenía razón". Lo dijo
Thomas Mann de un filósofo que hubo, Georg Lukács, y lo recoge, en su deslumbrante "Huerto",
uno que no desmerece nada de los anteriores: Luis Landero. Claro que tampoco hubiese quedado
nada mal haber comenzado con otro al que también hay que echarle de comer aparte, Sabina,
más listo que el hambre (sabe incluso rectificar): "Como te digo una co", memorable rap e
inacabable: "¿Y qué opinas del Papa de Roma?". "¿Ése?...un particular" (conversación entre
señoras).
Thomas Mann, Lukács, Landero, Sabina, Jorge M. Bergoglio. Creo que lo he conseguido. ¿O
no? Es que si no, a ver con qué cara me presento yo, insignificante columnista, a criticar ante
ustedes algunas de las cosas que el Papa Francisco le dijera a Carlos Herrera.
Vaya por delante mi más respetuosa consideración al padre Jorge, nombre de 'soltero', con
perdón. La que merece la persona que rige los destinos de la institución más lograda que jamás
fuese creada. Sólo hay que fijarse en una cosa: su área de influencia coincide con los territorios
del mundo donde los derechos humanos son más respetados. ¿Les parece poco? Nada más lejos
de mi intención, pues, que incomodar a nadie. El Papa es "un particular", sí, cuando NO "define
doctrinas de fe y de moral como Maestro supremo de toda la Iglesia" (catecismo escolar). ¿Son
doctrinas de fe y de moral las declaraciones a un periodista? Al grano entonces.
En efecto: durante tan larga entrevista, el padre Jorge, "mientras hablaba, tenía razón", es decir,
casi todo lo que dijo era fruto de la sabiduría que dan los años a un hombre de talento. Digo casi
todo, porque hubo aspectos en los que no estuvo excesivamente brillante, mayormente cuando
fue preguntado por Cataluña, o por Afganistán. O cuando le endosa al diablo, qué jodío Lucifer, la
culpa de la pederastia doméstica, como si no fuese suficiente con la condición humana. Ahora
bien, donde estuvo a la altura de un particular desnortado cualquiera fue con lo de los refugiados.
Y eso que se lo tenía muy meditado: "acoger, proteger, promover e integrar". Esos cuatro verbos
no se improvisan sobre la marcha, padre Jorge. Y a continuación, se fue explayando al respecto.
Hasta llegar al colofón, o sea, la integración: es que si no se les integra, todo lo demás no sirve de
nada, vino a decir. Y puso como ejemplo de ello a un país escandinavo, Suecia. Lo cual que ayer
al amanecer, vía whastsapp, me llegó milagrosamente la salvación (del artículo). Escuche, Santo
Padre, lo que pasó en un país cercano: "Yo no conozco la cultura noruega, pero voy a hacer todo
lo posible por acabar con ella". ¿Que quién ha dicho esa barbaridad?: el ministro de Cultura de
Noruega, un musulmán de origen paquistaní (le envío el documento al Vaticano).
Me lo dijo mi dilecto amigo, Manuel Encinas, más de cuatro décadas ya: “Abre la consulta”. Y como el consejo venía de una persona que tenía muchos dedos mentales de frente, abrí la consulta. Total, que toda la vida he trabajado para la seguridad social y para MUFACE, el funcionariado, mayormente de la docencia. Incluso me dio tiempo de ser médico de la institución penitenciaria, diez años. O sea, que conozco el paño como el primero. Por eso, cuando el otro día leí que la ministra de sanidad mostraba su decepción por la continuidad de MUFACE, me dije para mí: “Esta mujer no sabe lo que dice”. Nadie discute que el sistema nacional de salud, la seguridad social de toda la vida, es de lo mejorcito que hay por esos mundos de Dios: gracias al sistema MIR, claro, que no es otro el secreto. Pero no es menos cierto que, teniendo como tiene el funcionariado la posibilidad de elegir entre el sistema nacional y el de MUFACE, al iniciar su andadura profesional, y una vez al año para cambiars...