Primero,
mata a tres soldados, de certeros balazos en la cabeza. A los pocos días,
apostado en las inmediaciones de un colegio judío de Toulouse, asesina a tres
niños y a un profesor. Francia entera queda convulsionada por tan terribles
sucesos. Mientras tanto, el asesino pone pies en polvorosa (léase ruedas de la
moto) y se refugia en el norte de España, en Cataluña concretamente, en donde
existe un importante grupo de islamistas radicales: de Al Qaeda. En esa parte
de España anduvo hace unos años preparándose ideológicamente el individuo antes
de partir hacia Afganistán y tierras yihadistas aledañas, de donde volvió hecho
un mozo, un mozo terrorista-yihadista: tiene 24 años y se llama Mohamed Merah.
Las autoridades francesas han pedido a las españolas su captura y entrega
inmediatas (a la policía francesa no le está permitida cruzar la frontera,
claro), pero la cosa tiene pinta de ir para despacio, mayormente por el
formidable apoyo con que cuenta Merah en Cataluña -el santuario de Al Qaeda le
llama la prensa francesa- de parte de los muchos simpatizantes de dicha
organización que allí viven, lo que dificulta sobremanera su localización. Ítem
más: si en el momento de su detención portase pistola, como es habitual en este
personal, primero tendría que ser detenido y juzgado en España, con lo que la
cosa iría para rato. Si a eso le unimos las pocas ganas que tienen los
políticos españoles de colaborar con Francia en la lucha antiyihadista, apaga y
vámonos. Eso, contando con que no le sea concedido el estatuto de refugiado
político, tal que ha sucedido en alguna ocasión anterior. Anteayer vimos por la
tele las desgarradoras imágenes de dolor, en el entierro de los niños.
¿Les
suena de algo lo anterior? Afortunadamente, los hechos no han sucedido así,
pero así contados, son un calco del lacerante, humillante, bochornoso,
ignominioso trato que, durante muchos años, las autoridades francesas dieron a
España en la lucha contra los asesinos de la eta (con minúscula por favor). En
incontables ocasiones, una cuadrilla de etarras (comando le llamaban los
medios, haciéndolo el caldo gordo, los muy memos) cruzaba la frontera franco-española,
dejaban un charco de sangre (¡de niños en más de una ocasión¡: siete en el
cuartel de Vich), y de súbito huían a su refugio del sur de Francia (burladero
le llamó acertadamente Damborenea, aquel que sabía lo del GAL; santuario le
llamaban los memos) donde campaban a sus anchas, dado el apoyo/indiferencia de
la población, dada la vista gorda de la policía francesa y dadas las escasas
ganas de las autoridades francesas en colaborar con España. ¿Que
exagero? En tiempo de Giscard D’Estaing, el tío más malo del mundo (que Dios me
perdone, pero no voy a sentir pena ninguna cuando se muera), siendo presidente
Adolfo Suárez, al que humilló personalmente, le fue concedido el estatuto de
refugiado político a más de un terrorista de la eta. Algún día tendrán que
explicarme los del PP de Aznar, cómo se les ocurrió traer a un mitin, a Valencia,
a semejante sinvergüenza (con hache). Incalificable afrenta a las víctimas.
Merah
estuvo en Cataluña, 1977, en un congreso salacista. Imaginen que, luego de los
atentados, se hubiera refugiado en España. Imaginen que la policía española
hubiera puesto el mismo interés que la francesa con la eta. Imaginen qué habría
sucedido.