27/1/2008
Se lo contaba a los jóvenes y jóvenas que acudieron a la charla (me da
vergüenza decir conferencia) que di el otro día en Badajoz, Facultad de
Económicas: produce bochorno el sectarismo y, como consecuencia, la infame
manipulación que inunda los medios de comunicación de este país. Es que no se
salva ni uno. Parece como si cada cual
se preocupase sólo de llevar el agua a su sardina, perdón, el ascua a su
molino, bueno, como sea: la sardina al molino.
El caso es que pones sobre la mesa dos
periódicos distintos y te vuelves tarumba. Cómo es posible tamaña disparidad a
la hora de contar la actualidad. Porque de eso se trata, ¿no? "El
periodista es un salvador de instantes y un cantor de lo cotidiano", dijo
Gerardo Diego. Qué risa, madre Felisa (así se llamaba mi madre). Si el buen
poeta levantara la cabeza ("la novia de manos ojivales, da de comer a las
estrellas", qué cosa tan bella), seguro estoy de que, ipso facto, volvería
a caerse p'atrás muerto, que decíamos de niños: "Que me caiga p'atrás
muerto si no es verdad".
Y qué me dicen ustedes de la radio. Escuchas una emisora y esto es el
país de las maravillas, el de Alicia: la única noticia preocupante es la
lesioncita de un futbolista en el entrenamiento matutino. Escuchas otra, y
parece una continuada versión radiofónica de "La guerra de los
Mundos", aquella ocurrencia que 'perpetrase' un jovencísimo genio, Orson
Welles y que mantuviese en vilo a la ciudad de Nueva York (por cierto, don
Orson, fue un enamorado de España, como yo).
Ni que decir tiene que en la televisión pasa tres cuartos de lo mismo,
pero menos: en este medio todas las pantallas parecen del mismo amo.
Bueno, a lo que íbamos. Que uno tiene mucha comprensión con el personal,
pero hay veces que no se puede evitar la indignación. Podríamos poner miles de
ejemplos de flagrante sectarismo, pero como muestra, un botón: Una mujer
excepcional, contertulia imprescindible por sus vastos conocimientos, por su
egregia figura, por sus numerosos méritos, anuncia su próximo enlace
matrimonial, con Fran, su novio, claro. Mi adorada Belén Esteban. Pues bien,
sólo una cadena (la que tiene la fortuna de acogerla cada mañana), se viene
haciendo eco de la noticia. Silencio absoluto en el resto de las cadenas, así
como en la radio y en los periódicos. Vergonzoso. Como para no indignarme
(aunque no me haya invitado a la boda: en castigo, dice, por mi asistencia a la
de Jesulín, ¿recuerdan?).