21/11/2010
Ha dicho Chaves, el ministro de la cosa, que
quiere ligar sueldo y productividad en la función pública. Y por lo visto se ha
quedado tan tranquilo. Vamos, que no le ha dado ningún pasmo ni nada. La idea
me parece estupenda, pero no veo forma humana de llevarla a la práctica, así en
general. Digo así en general porque algo de eso se hace ya con los médicos, en
medicina de familia al menos, que es lo que uno conoce: ‘productividad
variable’ le llaman, que sabe Dios qué criterios seguirán a la hora de repartir
los dineros. Pero no crean ustedes que eso tiene algo que ver con el número de
pacientes que uno tengo en su cupo, qué va. En efecto: alguno estará pensando
que lo lógico sería que el médico que tiene dos mil pacientes cobrase el doble
que el que tiene mil. O sea, a doble trabajo, doble sueldo. Pues nada más lejos
de la realidad, como se podrá comprobar a continuación.
Bueno, a lo que vamos. Antes de continuar he
de recordar que, como todos los españoles saben, nunca me he quejado de lo que
gano (alguna ventaja ha de tener el provenir del cero absoluto). Sólo me pongo
de los nervios con los agravios comparativos: cuando me entero de que otros
funcionarios ganan más que los médicos (con los sueldos de los políticos me
sale veneno por un colmillo, a chorros). Con decirles que me he pasado siglos
sin mirar la nómina, está dicho todo. Así que no se extrañarán si les digo que
hasta hace unos meses no me enteré de lo que nos pagan por cada paciente.
Agárrense que hay curvas. Por pensionista: 0,825646 euros al mes. Por activo:
0,416128 euros todos los meses. Como lo oyen. Con toda esa ristra de decimales.
Tradúzcanlo a pesetas y verán qué risas.
Ahora entenderán lo que les decía más arriba:
que de a doble trabajo, doble sueldo, nada de nada. Dicho de otra manera: hoy,
que tengo 500 pacientes menos que en el anterior centro de salud, ¡gano
prácticamente lo mismo! Y no se pueden hacer una idea de lo a gusto que trabajo
ahora que tengo 1.600. Y no se pueden hacer una idea de la carga psico-laboral
que tenía antes. Con todos los respetos, no es lo mismo poner muchos ladrillos
que ver muchos enfermos, no sé si me entienden. Y todo porque no me hice caso
de García Márquez, que una vez me contó que él, a los cuarenta, aprendió a
decir ‘no’. Y ese sigue siendo mi problema, cerca ya de los sesenta.
Qué consecuencias tiene esa forma tan
generosa de pago por paciente asignado. Se lo pueden imaginar: ¿qué interés
puede uno tener en ‘cargar’ con la salud de un anciano por la friolera de 130
pesetas al mes?
Ande, señor Chaves, póngale usted el
cascabel a ese gato. Con la ayuda de doña Leire, claro, que para algo es la
ministra de los médicos.