24-7-2011
“Cosas veredes”, amigo Sancho, expresión que
por lo visto no aparece en el Quijote ni por el forro, pero que nos viene al
pelo para empezar esto que a continuación podrás leer, amable y desocupado
lector. Aunque bien podíamos haber principiado con José Hierro, que tampoco es
moco de pavo: “No existen los sinónimos”. Al grano. Quién nos iba a decir hace
unos años que el señor Fernández Vara es un pariente lejano, lejanísimo, ancestral,
del señor Monago. Estudios de ADN, la asombrosa molécula de la vida, lo han
demostrado de modo fehaciente. Lo ha dicho este periódico el otro día, a
propósito de la disputa escolar sobre los asientos en la Asamblea: “El señor
Monago se sentará en el sitio de su antecesor”. La verdad, yo hubiera peleado
por lo mismo. No se tiene un antecesor de tal enjundia todos los días, que no
se conoce precedente en el mundillo, qué mundillo, en el universo de la
política. Por ahora.
No existen los sinónimos. Lo que quiere
decir que cada palabra sirve para lo que sirve. Si el cronista hubiese querido
decir predecesor, que es lo correcto en este caso, lo habría dicho. Pero no,
escribió ‘antecesor’ (a los investigadores de Atapuerca no se les ocurrió
llamar ‘Homo predecessor’ a su gran descubrimiento), pues que el periodista ya
estaba enterado del resultado de las investigaciones. Don Guillermo Fernández
Vara, el actual, es la reencarnación de un hombre que vivió hace varios miles
de años en la zona de Valencia de Alcántara. Se trataría de uno los integrantes
del grupo humano que erigiera los impresionantes dólmenes del lugar. ¿Ha
quedado claro? Pues bien, pasemos a otra visión del asunto.
Cautivo y desarmado el ejército rojo, no, no; no
es eso; no es eso (se me ha ido la mano porque lo han recordado en la tele
muchas veces, esta semana, a propósito del reciente 18 de julio). Lo que quería
decir es que: ‘resueltos y arreglados los problemas de Extremadura, los
diputados de la Asamblea se enzarzan en una disputa infantil’: los asientos del
hemiciclo. Como saben, el señor Monago quería sentarse, ya está dicho, en el
lugar de su antecesor, y tener tras él a sus muchachos, con lo cual, el grupo
socialista se vería obligado a mudarse a la parte derecha del recinto. Y aquí
viene lo bueno. Acabamos de enterarnos de que la situación del asiento influye
en el pensamiento/sentimiento, que lo ha dicho uno del PSOE: cada grupo debe
ocupar la parte que corresponde a su ideología. De inmediato, me he puesto a
indagar en el asunto. Y he aquí los resultados de cien llamadas telefónicas
amigas: 33% son socialistas porque, asómbrense, ¡en el colegio siempre ocuparon
los bancos de la izquierda!; 33% son del PP ¡por haberse sentado en los bancos
de la derecha!; y 33% andamos en el limbo, porque ya me entienden.
Lo que no me cuadra es lo del ‘antecesor’,
quiero decir lo de don Guillermo: que haya consentido que su grupo, que él
lidera, ¿o no?, se opusiera, en principio, al cambio de ubicación. No me
cuadra, ya digo, en un católico convicto y confeso. “Que está sentado a la
derecha del Padre”. A la derecha, señor Vara, a la derecha; que lo dice bien
clarito el artículo sexto del Credo.