8-5-11
Verdadero
estupor ha causado en el mundo entero la noticia de que el Tribunal
Constitucional de los EEUU haya decidido permitir que Buldy, el partido que
apoya a Al Qaeda, pueda concurrir a las próximas elecciones municipales. Como
se sabe, dicho partido está integrado por gentes que de toda la vida han andado en el entorno del
terrorismo islamista, cuyo jefe, Bin Laden, acaba de ser atrapado por la
policía y puesto a disposición judicial. Para más inri, la decisión del
Constitucional americano se ha llevado por delante una sentencia del Tribunal
Supremo, en la que de modo fehaciente se argumentaba la clara conexión de Al Qaeda
con un terrorismo que, entre otras lindezas, llevó a cabo la masacre de las
Torres Gemelas, en donde murieron tres mil personas de una tacada.
Como es lógico
y natural, la indignación de los deudos de las víctimas se ha disparado como un
resorte. Carlos Herrera, el formidable periodista licenciado en medicina (lo
último lo tenemos en común), al que un grupo terrorista español, la eta, estuvo
a punto de volarle el bigote con una caja de puros envenenada con explosivos,
entrevistó el otro día al padre de una joven española que murió aquel fatídico
11-S cuando estaba embarazada de siete meses, y claro es, como si no hubieran
pasado los días. El recuerdo de su hija y de su nieto (en ese tiempo de
gestación, la criatura ya era viable), le sigue produciendo una pena infinita. Es
que, lo que para el común de la ciudadanía es ya un suceso perteneciente a la
historia, horrendo, pero histórico al fin y a la postre, para los familiares de
las víctimas es la fuente de un dolor cotidiano y terebrante, así pasen cien
años.
Mas no sólo es
lo del Tribunal Constitucional la causa de la indignación de gran parte del
pueblo americano. Hay además otro aspecto ‘indignatorio’ relacionado con el
mismo. A saber: el benevolente trato judicial con el que muy probablemente será
tratado el tal Laden. La cosa tiene su aquel, pues que está fundamentada en
muchos casos anteriores: terroristas con un montón de muertos a sus espaldas
(cada uno de ellos es una familia destrozada de por vida, no lo olviden), que a
pesar de haber sido condenados a varios milenios de prisión, usando los
resquicios legales del blandito sistema judicial de un Estado, que ellos odian
y combaten, han salido de prisión a los cuatro días como si dijéramos. El caso
más llamativo fue el de un tal Of Jhoana Chaoss, un sanguinario múltiple (“en
serie” dice la ignorancia al uso), que se dio maña de salir a la calle mediante
una ‘huelga de hambre’ perfectamente programada por algún médico próximo a Al Qaeda,
que los médicos servimos pa to (un médico egipcio es el probable sustituto del
tal Laden). O el de otro, Thoitinho se llama, que acaba de irse de rositas seis
años antes, por una falta de comunicación entre dos instancias judiciales, con
grande contento, claro es, de los familiares de las veintidós personas que
mandó al otro mundo. O la lacerante burla que supuso ver a otro sanguinario, Jhosue
Thernnera, sentado en el parlamento del Estado de Alaska, como ¡presidente de
la comisión de Derechos Humanos! Toma ya justicia.
Es que los
americanos son como niños. A las pruebas me remito.