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El nacionalismo y las grullas




      Hoy tenía pensado hablarles del reciente decreto de la Generalitat, en el que se insta a los médicos a hablarles a los pacientes en catalán, aunque éstos no entiendan ni papa. Si el enfermo contestase en castellano, el médico lo hará en catalán, y así hasta que no haya manera, en cuyo caso se podrán "utilizar recursos no verbales y material gráfico de apoyo". Cosas de la demencia nacionalista, que no tiene límites, que ya lo dijo Einstein: el nacionalismo es una enfermedad, o un atavismo antropológico (lo último es mío). Pero, aunque soy médico en ejercicio, no es eso lo que más me preocupa, sino lo que, según mis fuentes, muy confidenciales, vendrá a continuación, que atañe a aspecto más trascendente de la existencia, dónde va a parar: la salvación del alma, que, al fin y a la postre, el cuerpo siempre fue un estorbo al que hay que dar caña.

     Me explico. A no mucho tardar, siguiendo, como es tradición, la estela nacionalista, la conferencia episcopal catalana (ganas tienen de ello), o como se llame el órgano dirigente de aquella ‘provincia eclesiástica’, sacará un decreto, en el que se obliga a los curas a confesar siempre en catalán, aunque el cristiano no tenga ni idea de dicha lengua, en cuyo caso se podrán "utilizar recursos no verbales y material gráfico de apoyo". ¿Que no? Ya lo verán. La cuestión se me antoja, claro es, un verdadero dislate, si bien existe un buen avío de pecados que podrían ser confesados por señas, mayormente los que atañen al quinto y sexto mandamientos. En efecto, todo el mundo sabe qué gesto hay que hacer para confesar que uno ha metido la mano en la caja. Del mismo modo, no habría mucha dificultad para decirle al sacerdote que uno se ha dado al vicio solitario y el número de veces (no te rías), que lo preguntaban mucho cuando yo era muchacho: ¿cuántas veces, hijo? Asimismo, hay un gesto cuasi universal para expresar que se ha tenido sexo (así se dice ahora) pecaminoso con otra persona: aquí podría ser de gran utilidad el “material gráfico de apoyo”. En fin, que no hace falta seguir con más especificaciones. Sin embargo, la cosa tiene su grave inconveniente, a saber: la confesión es un acto que se realiza a la vista del público, en cuyo caso, la imprescindible confidencialidad saltaría por los aires del templo todo, que me estoy yo imaginando al personal mirando de reojo la gestualidad del confesante, y no digamos si hubiere necesidad de usar el “material gráfico”. Cosas del nacionalismo eclesiástico, en fin.
  De todo eso, ya digo, quería hablarles. Pero mira por dónde escucho una entrevista con Paca Blanco, líder de Ecologistas en Acción, en la que dice que los terrenos donde ha sido edificada la urbanización, paralizada recién por la judicatura, Marina de Valdecañas, son de las grullas, que estaban allí mucho antes. De inmediato me digo: ésta es la mía. Como fundador que soy de Ecologistas en Marcha, juro que voy a paralizar todos los aeropuertos de España: los terrenos donde fueron edificados son de las tarántulas y de los alacranes, ¡y de las codornices!, que estaban allí muchos millones de años antes que los aviones. A los ricos de Madrid, que les

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