6-11-11
Que los
medios de comunicación ejercen una función social impresionante,
imprescindible, impagable, incuestionable, es algo que saben hasta los
afroamericanos, con perdón. Si no fuera por ellos, las gasolineras estarían
repletas de ministros blancos, rodeados de constructores, sobres con billetes,
primos y demás. Pero que, con demasiada frecuencia, los medios no están a la
altura de las circunstancias, es tan cierto como lo anterior. Unas veces con
intencionalidad no disimulada; otras, por deformación profesional, digámoslo de
esa manera.
Un claro
ejemplo de lo primero es lo del tabaco, por no ir más lejos. Con tal de hacerle
a Zapatero, esa calamidad con piernas, y a su eminente ministra de Sanidad, lo
que le hizo Mouriño al segundo entrenador del Barça, se inventaron toda clase
de venideros apocalipsis en el anchuroso sector de la hostelería. Vamos, que
parecía que se iba a acabar el mundo con la prohibición de fumar en los locales
cerrados, algo tan elemental, qué gozada. Incluso se llegó al delictuoso
extremo de dar cancha en los medios a los hosteleros que se atrevieron a
plantar cara a la norma. Vergonzoso. Dice el profesor/filósofo, José Antonio
Marina, que la objetividad de los medios deja bastante que desear. He ahí lo
del tabaco.
Pasemos a lo
segundo, o sea, a la deformación profesional, o sea, a la ‘visión’ que los
medios tienen del debate: el que mantendrán mañana Rubalcaba y Rajoy, o
viceversa. Lo dijo el otro día Manuel Campo Vidal, moderador de la cosa, que ya
arbitrase los habidos entre Felipe González y Aznar: “al tratarse de dos
grandes oradores, el debate puede ser apasionante”. Con la que está cayendo, ¡cinco millones de parados!, y va uno de los expertos en
comunicación (imparte doctrina al respecto) y se descuelga con lo de ‘apasionante’.
Solo le faltó llamarle “espectáculo”, pues que de ese tenor lo anuncian. ¿Que
no? Me apuesto triple contra sencillo a que, en cuanto finalice el debate, lo
primero que nos dirán es el resultado del partido, un suponer: el 67,24% de los
españoles opina que el debate lo ganó ‘Rubaljoy’. Esa será la gran noticia del
día siguiente, y no las propuestas de los candidatos para alejarnos del
precipicio, de los precipicios, que irán en un segundo o tercer plano, ya lo
verán. Sólo hay que recordar debates anteriores, los del Congreso sin ir más
lejos. ¿Y de los problemas de España, qué?
Digo yo que,
ya puestos en esa tesitura, la del debate como espectáculo, a ver quién gana a
quién, bien podrían dedicarse los contendientes a contar chistes, que siempre
sería más divertido. Por lo visto, en esas lides Rajoy es un fino estilista;
Rubalcaba, por su parte, podría contarlos imitando a José Mota, su alter ego.
Al día siguiente, los titulares de los medios no iban a variar mucho: el 67,24%
de los españoles opina que el debate lo ganó ‘Rajalcaba’.
Se lo voy a
decir de otra manera. No creo que haya existido (ya está viejito) un orador en
lengua castellana más brillante que Fidel Castro. De cien debates contra Rajoy
y/o contra Rubalcaba, estoy seguro de que Fidel hubiera ganado los cien por
goleada. Bien. Ahora, dense la vuelta y miren cómo el gran orador ha dejado
Cuba. ¿Me han entendido, verdad? Pues que siga el espectáculo.